24.9.11

"Mil veces mujer... A pesar de todo" de Rosa Alcayaga Toro

Uno de los fenómenos que caracteriza a la cultura contemporánea es la presencia diferenciada de una literatura femenina. Mujeres escritoras han existido desde los orígenes mismos de la escritura -hay una lista de nombres universales que va desde Safo y Sor Juana hasta la Anaís Nin y por qué no decirlo, Isabel Allende. Lo que se ha agregado en las últimas décadas es el reconocimiento institucional y crítico de que se trata de una literatura específica, con su propio mercado y canales de difusión, con su propia perspectiva sobre el objeto de la literatura, es decir, los avatares de la existencia humana en todas sus manifestaciones y bajo todas las condiciones.

En Chile la literatura femenina, no siempre feminista, aparece un poco más tarde que en el "hemisferio norte"-alias del mundo desarrollado en los documentos de las organizaciones para el desarrollo- y brota tanto de la toma de conciencia de la especificidad social, de género, y quizás cultural de la mujer en el país, como de la influencia extranjera, lo que no es raro, ya que además del fenómeno de la globalización, la inserción de Chile en la economía global de mercado le ha dado un renovado prestigio en el país a lo que proviene sobre todo de América del Norte, en ese proceso tan mecánico como natural que hace que la cultura sea determinada por la realidad económica y social.

Además de la problemática de la mujer, otro de los componentes textuales de este libro de relatos de Rosa Alcayaga es el marxismo, que subyace a las diversas manifestaciones políticas y culturales de la(s) izquierda(s) y que ha argumentado con el feminismo que la desigualdad perenne de la mujer se debe enfocar en el marco de la lucha de clases. Pero esta colección de cuentos brinda su espacio también a otros componentes, que van desde el exilio, ya connatural a la cultura chilena contemporánea, hasta la experiencia del sexo en la mujer madura. La textura de este volumen es rica en materialidad y concreción, distinta quizás de la mayor parte de la escritura que podría denominarse masculina, más cercana al lenguaje que a la materia, a los acontecimientos de la trama que a la exploración minuciosa de la relación con el otro. Además, este libro está lejos de cierta narrativa femenina más de 'corriente principal', que discurre fácilmente en el terreno del lenguaje y enhebra anécdota tras anécdota de personajes bellos o estereotípicos, acercándose a la soap opera, que por otro lado se insinúa incluso en cierta cinematografía chilena reciente.

En este volumen de cuentos, o mejor de narraciones breves, la forma es variada, ya que abarca lo que sería el poema en prosa, como el texto Sexo masculino (p.53), el minicuento, presente en Un alcatraz de oro para cada niña (p.105), o la nouvelle, Conocí la muerte volando en una camisa blanca (p.129). En la prosa existen múltiples niveles de narración y ficción, desde esa voz que un lector percibe como la del autor, hasta el narrador impersonal omnisciente que no nos habla directamente a nosotros en tanto lectores. Las narraciones de este volumen podrían haberse hilado en una novela en primera persona, que el lector asumiría de partida como autobiográfica, ya que si algo unifica a los relatos, es la voz que los entrega, a la que percibimos de manera inmediata como unitaria y subyacente a estos textos que se presentan como ficción, pero que se leen como realidad, como autobiografía o testimonio, siendo esta dimensión lo que les otorga en gran medida esa rica concreción a la que antes nos referíamos.

Una suerte de pansexualismo existencial permea estos relatos. El erotismo que es casi marca registrada en la literatura escrita por mujeres, aquí es tan natural como funcional, nunca gratuito, sino engarzado en la escueta y casi inexistente trama de la mayoría de los relatos, en que el acontecer sirve más bien de gatillo para mostrar circunstancias vitales. En una sociedad sacada de sus clavijas por el golpe de estado de 1973 -que de algún modo es un 'acabo de mundo', si asumimos la unidad de la voz que hilvana estos textos- el sexo tiene un aspecto dual, positivo y negativo. Por un lado asume un papel central de autovalidación y encuentro con el otro en una atmósfera de desencuentro urbano, y por otro se revela como elemento central de la explotación y degradación femeninas, de la desigualdad social y cultural de la mujer.

La mencionada pluralidad de formas en el libro, la ocasional muestra de la tensión a que se somete el lenguaje, los frecuentes pasajes reflexivos, señalan hacia un sentido en construcción. Es como si todos los aspectos que se intenta integrar y configurar rebasaran en cierto modo las posibilidades no sólo de entregar, sino de captar ese sentido global que se escapa. Así, hay una actitud narrativa que no se agota en la entrega de un significado claro a través de una forma determinada, sino que parece buscar tanto ese sentido como su expresión adecuada, fenómeno por otra parte presente en otros autores chilenos, que hace que su prosa asuma a veces marcadas características experimentales.

Así, esta obra puede ser vista como un work in progress, que parece hacerse frente y junto al lector. Además hay un hiato entre la temática de la condición y situación femenina, tematizada en la mayoría de las narraciones, y el aspecto por así decir histórico, presente en forma puntual a lo largo de los relatos como marco de referencia o circunstancia, que constituye el tema de la novela corta Conocí la muerte volando en una camisa blanca, que se lee como testimonio vivencial del golpe militar. Aquí se da espacio a una contradicción entre el ideal y la realidad. La experiencia vivida en el momento del golpe es lo que permite rescatar el ideal, ya que éste vuelve a asumirse de manera retrospectiva como la única actitud posible, en términos humanos y por tanto auténticos: "Ni perdón ni olvido. Es una decisión personal. Un acto personalísimo" (p. 154). Un tema reiterado es el de la ilusión; "A nosotros nos hablaron del proletariado. Que sólo bastaba la mayoría en las urnas. Nunca quisimos creer que podíamos perder. Ilusos" (p.154). Esa autenticidad y fusión en lo colectivo se dan dentro del marco ideológico de la llegada al poder de la izquierda mediante elecciones, en un contexto en que la lucha de clases es el motor de la historia, lo que crea una contradicción básica. La experiencia colectiva vivida como histórica es lo que en definitiva rescata esa experiencia desde la inadecuación de los medios respecto a los fines y la ecuación errada respecto al poder: "Recordé las palabras de los jóvenes vietnamitas. Sin armas no serán nada" (p. 152). Es la solidaridad en la tarea compartida, el sacrifico personal reproducido colectivamente en pos de una sociedad justa, y la marca de sufrimiento lo que señalará desde ahí en adelante dos campos irreconciliables, el de los victimarios o sus cómplices y el de las víctimas.

El libro parece decirnos que, en definitiva, si se frustró el sueño de sentido colectivo, en que se podían redimir los sufrimientos y carencias individuales, lo que queda debe asumirse cara a cara y sin tapujos, siendo lo más importante la asunción del ser concreto, es decir en esta caso mujer, aquí en la tierra y en este Santiago (u otra megaciudad contemporánea cuyo estado de ánimo (Stimmung) es la alienación), en que envejecemos y nos sentimos solos, y que la relación con otro se busca como el premio de consuelo para la salvación personal frente al colectivo perdido.

Chile, Editorial Gráfica Euclides, Jorge Etcheverry, San Miguel Santiago 2001.

16.9.11

SOMOS CINCO MIL - VICTOR JARA

Somos cinco mil aquí.

En esta pequeña parte de la ciudad.

Somos cinco mil.

¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el país?

Somos aquí diez mil manos
que siembran y hacen andar las fábricas.

¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!

Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.

Un muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.

Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos con la mirada fija de la muerte.

¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!

Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.

¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo?

En estas cuatro murallas sólo existe un número que no progresa.
Que lentamente querrá la muerte.

Pero de pronto me golpea la consciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona lleno de dulzura.

¿Y Méjico, Cuba, y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia!

Somos diez mil manos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?

La sangre del Compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.

Así golpeará nuestro puño nuevamente.
Canto, que mal me sales
cuando tengo que cantar espanto.

Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto.

De verme entre tantos y tantos momentos del infinito
en que el silencio y el grito son las metas de este canto.

Lo que nunca vi, lo que he sentido y lo que siento
hará brotar el momento....


Víctor Lidio Jara Martínez (San Ignacio, 28 de septiembre de 1932 - Santiago, 16 de septiembre de 1973) fue un músico, cantautor y director de teatro chileno.

11.9.11

Roberto Piva: Un extranjero en la legión

La ciudad enfocada con su gran angular se parece más a São Paulo del siglo XXI de que a uno de 40 años atrás.
Como no reconocer este sistema urbano-industrial en versos como: “soñé que era un ángel y las putas de São Paulo avanzaban en la densidad exasperante”. Publicó Paranoia el año 1963, su primer libro el entonces joven poeta Roberto Piva, tenia 25 años. Sus versos de largo aliento abrirán rumbos nuevos en la realidad con una contundencia jamás vislumbrada en la poesía brasileña. Entrevistado por Ademir Assunção nos dice ante la pregunta ¿para qué escribir? El propio Kerouac responde: continuar escribiendo para nada. Roberto Piva continua activo, curioso y critico de los sistemas de represión, sean políticos o poéticos, que apartan al ser humano de la verdadera experiencia. Es extremadamente erudito y detenta un repertorio de lecturas rarísimo entre los intelectuales brasileños. En una reciente entrevista cita a Walter Benjamín, que define la poesía como: “una historiografía del inconsciente”. Piva responde: Historiografía inconsciente. Es una visión arquetípica de la poesía que estaría presente en todos los seres humanos y acentuadamente en los poetas, que desenvuelven esa visión mediante técnicas arcaicas de éxtasis. De acuerdo con Jung, los locos, los niños y los poetas son quienes tienen en su inconciente imágenes de las culturas arcaicas.

Piva cree que el arte está próximo a la locura por el delirio de la imaginación. Que la poesía es un arte de minoría y agrega que el siglo XX no será conocido como el siglo del marxismo, pero sí como del surrealismo, pues este es la puerta de emergencia que se abre para salir de todas las pesadillas. Las vanguardias industriales son prefreudianas porque desprecian el inconsciente. Elsurrealismo aprende de Freud y una parte de los surrealistas ya habían desembarcado también en Jung. Piva dialoga poéticamente con Murilo Mendes y Jorge de Lima, por aquel surrealismo ebrio de Murilo Mendes y el libro Invención de Orfeo del poeta Jorge de Lima, en ambos identifica una tradición visionaria en la poesía de Brasil. Del poeta Oswald de Andrade, nos dice que tiene una gran importancia por su llamado de atención para las culturas indígenas brasileras, la unión con lo sagrado, la llamada del sentido órfico, no puede ser perdido en el hombre. Citando a Nietzsche, nos dice que para los que viven solitarios o en pares aún existen islas donde se respira el perfume de los mares silenciosos.