Hace dos años escribí un poema sobre dos gatos y que hoy lo he visto circular en muchas partes por Internet como en listas de poesía, talleres literarios y hasta en un sitio dedicado a los que han escrito (poetas principalmente) poemas para ellos (http://poesiagatuna.blogspot.com/) . Esos animalitos domésticos, milenarios, a los cuales diversos otros artistas también le han dedicado cuadros, pasajes en cuentos o aparecen entre la historia de alguna novela.
Recuerdo que un intelectual mexicano muy conocido me dijo en una conversación una vez que él tenía 9 gatos. Luego vi una foto en el diario La Jornada de México en el lugar de trabajo de su casa. Era cierto. Gatos por todas partes: sobre sus libros, uno sobre un diccionario, otro que lo miraba mientras su amo escribía algo en la mesa. También Ernest Hemingway en su casa de Habana tenía más de 20 gatos a parte de varios perros. Como no recordar su breve cuento “Gato en la lluvia” (“Cat in the rain”) quien García Márquez sostiene que es uno de los mejores cuentos que ha leído justamente por su semejanza a un “iceberg”: su breve y aparente simple historia esconde debajo una multitud de interpretaciones y sugerencias.
Por otro lado ya se sabe que Julio Cortázar tenía un gato de nombre “Teodoro W. Adorno”, tomado del nombre del filósofo y sociólogo alemán. Además el gato de Cortázar (“Teodoro W. Adorno” reprocesado ficticiamente) aparece mencionado en muchas partes o de sus cuentos o de sus novelas, como por ejemplo en el capítulo 59 de “Rayuela” o en Fragmento de “El Diario de Andrés Fava”, publicado póstumamente en 1995. O en el pasaje de “Último round” (1969) titulado “La entrada en religión de Teodoro W. Adorno”. O en “Orientación de los gatos” en “Queremos tanto a Glenda” (1980), o en “Más sobre filósofos y gatos” (donde cuenta porque le puso a su gato “Teodoro W. Adorno”) en “La vuelta al día en ochenta mundos” (1967), etc.
Recuerdo que un intelectual mexicano muy conocido me dijo en una conversación una vez que él tenía 9 gatos. Luego vi una foto en el diario La Jornada de México en el lugar de trabajo de su casa. Era cierto. Gatos por todas partes: sobre sus libros, uno sobre un diccionario, otro que lo miraba mientras su amo escribía algo en la mesa. También Ernest Hemingway en su casa de Habana tenía más de 20 gatos a parte de varios perros. Como no recordar su breve cuento “Gato en la lluvia” (“Cat in the rain”) quien García Márquez sostiene que es uno de los mejores cuentos que ha leído justamente por su semejanza a un “iceberg”: su breve y aparente simple historia esconde debajo una multitud de interpretaciones y sugerencias.
Por otro lado ya se sabe que Julio Cortázar tenía un gato de nombre “Teodoro W. Adorno”, tomado del nombre del filósofo y sociólogo alemán. Además el gato de Cortázar (“Teodoro W. Adorno” reprocesado ficticiamente) aparece mencionado en muchas partes o de sus cuentos o de sus novelas, como por ejemplo en el capítulo 59 de “Rayuela” o en Fragmento de “El Diario de Andrés Fava”, publicado póstumamente en 1995. O en el pasaje de “Último round” (1969) titulado “La entrada en religión de Teodoro W. Adorno”. O en “Orientación de los gatos” en “Queremos tanto a Glenda” (1980), o en “Más sobre filósofos y gatos” (donde cuenta porque le puso a su gato “Teodoro W. Adorno”) en “La vuelta al día en ochenta mundos” (1967), etc.