30.12.12

El gato de Cortázar y los de Baudelaire

Hace dos años escribí un poema sobre dos gatos y que hoy lo he visto circular en muchas partes por Internet como en listas de poesía, talleres literarios y hasta en un sitio dedicado a los que han escrito (poetas principalmente) poemas para ellos (http://poesiagatuna.blogspot.com/) . Esos animalitos domésticos, milenarios, a los cuales diversos otros artistas también le han dedicado cuadros, pasajes en cuentos o aparecen entre la historia de alguna novela.

Recuerdo que un intelectual mexicano muy conocido me dijo en una conversación una vez que él tenía 9 gatos. Luego vi una foto en el diario La Jornada de México en el lugar de trabajo de su casa. Era cierto. Gatos por todas partes: sobre sus libros, uno sobre un diccionario, otro que lo miraba mientras su amo escribía algo en la mesa. También Ernest Hemingway en su casa de Habana tenía más de 20 gatos a parte de varios perros. Como no recordar su breve cuento “Gato en la lluvia” (“Cat in the rain”) quien García Márquez sostiene que es uno de los mejores cuentos que ha leído justamente por su semejanza a un “iceberg”: su breve y aparente simple historia esconde debajo una multitud de interpretaciones y sugerencias.

Por otro lado ya se sabe que Julio Cortázar tenía un gato de nombre “Teodoro W. Adorno”, tomado del nombre del filósofo y sociólogo alemán. Además el gato de Cortázar (“Teodoro W. Adorno” reprocesado ficticiamente) aparece mencionado en muchas partes o de sus cuentos o de sus novelas, como por ejemplo en el capítulo 59 de “Rayuela” o en Fragmento de “El Diario de Andrés Fava”, publicado póstumamente en 1995. O en el pasaje de “Último round” (1969) titulado “La entrada en religión de Teodoro W. Adorno”. O en “Orientación de los gatos” en “Queremos tanto a Glenda” (1980), o en “Más sobre filósofos y gatos” (donde cuenta porque le puso a su gato “Teodoro W. Adorno”) en “La vuelta al día en ochenta mundos” (1967), etc.

22.12.12

Fragmento de La casa muerta

Ah, no vi nada ni recuerdo nada; sólo
esa exquisita sensación,
tan sutil, que nos concedía la muerte: ver la muerte
hasta el fondo de su transparencia. Y la música seguía
como cuando alguna vez al alba despertamos temprano sin razón ninguna
y a fuera la atmósfera es exageradamente densa por los trinos
de miles de pájaros invisibles -tan densa y tan difusa
que no cabe nada más en el mundo -amargura, esperanza, remordimiento, memoria-
y el tiempo es indiferente y ajeno
como un desconocido que pasa tranquilo por la calle de enfrente
sin siquiera mirar, sin contemplar nuestra casa,
sosteniendo bajo la axila un montón de vidrios opacos y sucios todavía
y no sabes para qué los quiere ni a dónde los lleva,
qué sentido tienen y a qué ventanas están destinados
y desde luego no se lo preguntas, ni siquiera lo ves perderse
callado y discreto en la última vuelta del camino.


Yannis Ritsos
en La casa muerta.
Acantilado.
Traducción de Selma Ancira.

17.12.12

Una mujer entera. Idea Villarino

Mientras la televisión y un enjambre de periodistas locales y corresponsales extranjeros y el Uruguay entero estaban pendientes de la agonía de Mario Benedetti en un hospital de Montevideo, Idea Vilariño se murió en silencio a unas cuadras de distancia. Aunque el día de su muerte un centenar de admiradores le rindieron homenaje en el hall central de la Universidad de la República, a su entierro en el Cementerio del Norte, a la misma hora, fueron sólo catorce personas. El episodio cierra de manera perfectamente coherente la leyenda que la rodeó siempre, a veces alimentada y a veces padecida por ella misma.

Como muchos de mi generación, conocí los poemas de Idea Vilariño en las ediciones que le hizo Schapire en los ’60. Fueron de los primeros libros que compré con mi propia plata, cuando tenía trece o catorce años, y no podía creer que se pudiera decir tanto con tan pocas palabras, y con palabras de todos los días. Uno empezaba a leer esos poemas preguntándose si no eran material de poster, hasta que venía esa descarga eléctrica en el plexo y se nos atragantaban las palabras en la garganta y entendíamos con clarividente certeza que no se podía decir eso de otra manera, no se podía decir eso sin haber pasado antes por las comarcas más pavorosas del amor. Había uno en particular que se llamaba “Ya no” (Ya no será / ya no / no viviremos juntos / no criaré a tu hijo / no coseré tu ropa / no te tendré de noche / no te besaré al irme /nunca sabrás quién fui / por qué me amaron otros / ... Ya no soy más que yo / para siempre y tú / ya no serás para mí / más que tú /... Ya no sabré dónde vives / con quién / ni si te acuerdas / No me abrazarás nunca /... No volveré a tocarte / No te veré morir). La Vilariño se lo había escrito a Onetti, le había escrito todos los poemas de ese libro terrible, y se lo había dedicado, y años después le quitó la dedicatoria cuando lo reeditó, y logró por fin lastimar a Onetti como él la había lastimado a ella.

14.12.12

Cubiertos - Raymond Carver

Haciendo trolling con el señuelo 20 pies detrás del bote
bajo la luz de la luna, ¡cuando el enorme salmón picó!
Y salió entero afuera del agua. Pareció pararse
sobre su cola. Después volvió a caer y se fue.
Temblando, seguí hasta el puerto como si nada
hubiera pasado. Pero había pasado.
Y pasó tal cual lo acabo de contar.
Me llevé el recuerdo a Nueva York
y más allá. Me lo llevé donde quiera que fui.
Todo el camino hasta aquí, hasta la terraza
del Jockey Club de Rosario, Argentina.
Desde donde miro el ancho río
que devuelve la luz de las abiertas ventanas
del comedor. Me quedo fumando un cigarro,
escuchando el murmullo de los socios
y sus mujeres adentro, el leve sonido
metálico de los cubiertos contra los platos. Estoy vivoy bien, ni feliz ni infeliz,
aquí en el Hemisferio Sur. Por eso me deja
más perplejo que nunca
el recuerdo de ese pez perdido, alzándose,
dejando el agua y volviendo a ella.
El sentimiento de pérdida que me asaltó entonces
me asalta todavía. ¿Cómo transmitir algo de lo que siento
sobre este asunto? Adentro siguen
conversando en su propia lengua. Decido caminar
por la orilla. Es la clase de noche
que hace que hombres y ríos estén más cerca.
Camino un trecho, después me detengo. Advirtiendo
que no he estado cerca. No
durante muchísimo tiempo. Ha sido
esta espera la que ha venido conmigo
a todas partes. Pero ahora crece la esperanza
de que algo se levante y salpique.
Quiero oírlo, y seguir adelante.


11.12.12

Clarice Lispector - Un soplo de vida (Fragmento)


Muchas veces escribir es acordarse de lo que nunca ha existido ¿Cómo lo conseguiré, saber lo que ni siquiera sé? Así: como si me acordase. Con un esfuerzo de "memoria", como si yo nunca hubiese nacido. Nunca he nacido, nunca he vivido: pero yo me acuerdo, y ese recuerdo está en carne viva.

Tengo miedo de escribir. Es tan peligroso. Quien lo ha intentado lo sabe. Peligro de hurgar en lo que está oculto, pues el mundo no está en la superficie, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que instalarme en el vacío. Es en este vacío donde existo intuitivamente. Pero es un vacío terriblemente peligroso, de él extraigo sangre. Soy un escritor que tiene miedo de la celada de las palabras: Las palabras que digo esconden otras ¿Cuáles? Tal vez las diga. Escribir es una piedra lanzada a lo hondo del pozo.
Meditación leve y suave sobre la nada. Escribo casi totalmente liberado de mi cuerpo. Como si éste levitase. Mi espíritu está vacío por tanta felicidad. Tengo ahora una libertad íntima sólo comparable a un cabalgar sin destino a campo traviesa. Estoy libre de destino. ¿Será mi destino alcanzar la libertad? No hay una arruga en mí espíritu, que se explaya en espuma fugaz. Ya no me siento acosada. Estado de gracia.
Estoy oyendo música. Debussy usa la espuma del mar que muere en la arena, refluyendo y fluyendo. Bach es matemático. Mozart es lo divino impersonal. Chopin cuenta su vida más íntima. Schubert, a través de su yo, llega al clásico yo de todo el mundo. Beethoven es la emulsión humana en tempestad que busca lo divino y sólo lo alcanza en la muerte. Yo, que no pido música, sólo llego al umbral de la palabra nueva. Sin valor para exponerla. Mi vocabulario es triste y a veces Wagneriano.- polifónico-paranoico. Escribo de manen muy sencilla y desnuda. Por eso hiere. Soy un paisaje agrisado y azul. Me elevo en la fuente seca y en la luz fría.

8.12.12

Diego Rivera

Nació el 8 de diciembre de 1886 en la ciudad de Guanajuato (México). Fue inscrito en el Registro Civil como Diego María Rivera y bautizado como Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez. A partir de 1896 comenzó a tomar clases nocturnas en la Academia de San Carlos de la capital mexicana, donde conoció al célebre paisajista José María Velasco. En 1905 recibió una pensión del Secretario de Educación, Justo Sierra y en 1907 recibió otra del entonces gobernador de Veracruz, Teodoro A. Dehesa Méndez, que le permite viajar a España a hacer estudios de obras como las de Goya, El Greco y Brueghel; e ingresar al taller de Eduardo Chicharro en Madrid. En 1908 falleció su hermano Rafel Rivera.

1.12.12

Sartre y el existencialismo

El existencialismo ateo que yo represento (...) declara que si Dios no existe hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre o, como dice Heidegger, la realidad humana. ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho. Así pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia. El hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo. Es también lo que se llama la subjetividad, que se nos echa en cara bajo ese nombre. Pero ¿qué queremos decir con esto sino que el hombre tiene una dignidad mayor que la piedra o la mesa? Pues queremos decir que el hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir. El hombre es ante todo un proyecto, que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una podredumbre o una coliflor; nada existe previamente a este proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el hombre será, ante todo, lo que habrá proyectado ser. No lo que querrá ser. Pues lo que entendemos ordinariamente por querer es una decisión consciente, que para la mayoría de nosotros es posterior a lo que el hombre ha hecho de sí mismo. Yo puedo querer adherirme a un partido, escribir un libro, casarme; todo esto no es más que la manifestación de una elección más original, más espontánea que lo que se llama voluntad. Pero si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es.

Jean-Paul Sartre
Fragmentos del pensamiento libre: "Sartre y el existencialismo"