17.10.13

Alice Munro, el timo de la novelista apolítica



Alice Munro y el relato. Alice Munro y la familia. Alice Munro y las montañas.  Alice Munro y los gatitos... Y así hasta el infinito. Como es lógico, en las últimas 48 horas se han publicado una avalancha de artículos y enfoques sobre la última premio Nobel de literatura.  Sin embargo, casi nadie parece estar hablando sobre Alice Munro y la política. ¿Por qué?  Una ausencia tan clamorosa que uno no puede más que sobresaltarse cuando, tras una búsqueda intensiva en internet, encuentra por fin un artículo del Washington Post con el siguiente titular: "La escritora disidente Alice Munro gana el Nobel por sus ficciones críticas con el régimen canadiense".
Resulta que el único enfoque drásticamente político de la concesión a Munro del Nobel es... una parodia. En efecto, el periodista pretendía demostrar que si Munro fuera una novelista de un país considerado como autoritario, tipo China o Rusia, los periodistas hubieran destacado sobre todo las metáforas políticas de la escritora. "Aunque no es una escritora abiertamente política, Munro es conocida por historias que capturan las luchas de los canadienses de a pie", resalta el artículo cómico del Washington Post.

 Un chiste que refleja bien nuestra contradictoria relación con lo político. Exagerando un poco podríamos decir que la misma novela nos parece política si se escribe en China y apolítica si se publica en Canadá. Esto pasa sobre todo con los escritores no abiertamente políticos, como Alice Munro, ya que nadie duda de que las obras del italiano Dario Fo son políticas aunque no sea un escritor chino. El problema, por tanto, es nuestra estrecha acepción de lo político: sólo aquello que se jacta de serlo y muestra un enfoque partisano. El resto de ficciones, por lo visto, no lo serían, dejando así fuera de la política a la mayoría de las novelas (a no ser que, como ya hemos dicho, se publiquen en países sospechosos).  
Will Gompertz, periodista cultural de la BBC, ha asegurado incluso que "pensaba que Munro no iba a ganar el Nobel al no ser un autor abiertamente político" ya que la Academia ha "tendido a premiar a escritores políticos" los últimos años. No le falta lógica a esta afirmación: ahí están los premios a Dario Fo, Harold Pinter, Günter Grass, Mario Vargas Llosa, José Saramago y Herta Müller. A Alice Munro, por lo visto, no le corresponde estar en este prestigioso club.
No obstante, esta división entre autores políticos, unos pocos, y autores apolíticos, la gran mayoría, resulta extraña dado que la definición de 'político' incluye necesariamente a cualquier ficción: política es aquello que se refiere a los asuntos de la ciudad y sus ciudadanos. La pregunta del millón, por tanto, sería la siguiente:  ¿Por qué no aplicar a las novelas de Alice Munro el mismo celo analítico que ponemos para descifrar el contenido político oculto de las novelas de un escritor chino que escribe sobre la vida cotidiana de las abejas de campo?  
En efecto, nos cuesta un mundo rastrear lo político cuando se diluye en un mar de sutilezas. Un problema agudizado en el caso de Munro debido a su actitud: se trata de una persona sobria y alérgica a los focos que no ha mostrado ningún interés en convertirse en una figura pública, discreción recordada estos días por la escritora canadiense Margaret Atwood, que escribió esto en Twitter: "OK, ¡todo el mundo me llama para que escriba sobre Alice! (Alice, sal de donde estés escondida y responde al teléfono)".

12.10.13

Los versos de la calle

Hay demasiados versos en el mundo. Como el canalla que engendra y abandona, echo a andar otro atajo aunque nadie lo exija ni lo espere. Los veo formarse indefensos y salir en busca de alguien que los resguarde. La inmensa mayoría les da la espalda. Cuando ellos se acercan las personas desvían la mirada y hacen como si los versos no existieran.
    “En su desamparo los versos se drogan aspirando la Nada y se quedan inertes en la esquina. Algunos de dan valor para entrar en lugares públicos. Tampoco allí los toman en cuenta y el personal los expulsa de mala manera.
    “Entonces suben los vagones del Metro e intentan pregonar su mercancía entre la hostilidad, el desprecio o cuando menos la indiferencia de los pasajeros. No les queda más remedio que entrar en las casas cuando nadie los ve y tratar de abrirse camino en los ojos, el oído y la mente de quienes no los han invadido.
    “Cómo no vivirte agradecido si tú los recoges por un instante y los vuelves parte de tu voz interior, de tu respiración y el rítmico fluir de tu sangre. Al menos por esa noche los versos de la calle, los hijos de la inconsciencia y la intemperie, están a salvo. Mañana quién sabe. Sólo hay algo seguro: dentro de poco ellos también se habrán evaporado. Nuevas legiones atestarán las ciudades.”
 
 José Emilio Pacheco

5.10.13

ODISEO EN BARCELONA





Si nunca hubiese vuelto.
¡Cuánto mejor si nunca hubiese vuelto!
Navegaban conmigo Nausícaas y Penélopes,
las llevaba tatuadas en mis brazos
para tener su rostro ante mis ojos
y no olvidarlas nunca.
Pero la piel se me ha arrugado
y las celestemente jóvenes
parecen ahora ancianas damas.
Si nunca hubiese vuelto.
Llegué con las orejas taponadas
para no ser esclavo del hechizo
del canto aquel que nunca llegué a oír.
Y hallé cipreses góticos,
piedras y seres que jamás soñé,
palabras diferentes,
y no estaban mis islas,
o acaso fueran sólo un sueño mío.
Si nunca hubiese vuelto. Pero he vuelto,
Y aquí estoy otra vez, acariciando
este puñado de humo. 
JOSÉ HIERRO   (Cabotaje, 1988)