Alice Munro y el relato. Alice Munro y la familia. Alice Munro y las montañas. Alice Munro y los gatitos...
Y así hasta el infinito. Como es lógico, en las últimas 48 horas se han
publicado una avalancha de artículos y enfoques sobre la última premio
Nobel de literatura. Sin embargo, casi nadie parece estar hablando sobre Alice Munro y la política.
¿Por qué? Una ausencia tan clamorosa que uno no puede más que
sobresaltarse cuando, tras una búsqueda intensiva en internet, encuentra
por fin un artículo del Washington Post con el siguiente titular: "La escritora disidente Alice Munro gana el Nobel por sus ficciones críticas con el régimen canadiense".
Resulta
que el único enfoque drásticamente político de la concesión a Munro del
Nobel es... una parodia. En efecto, el periodista pretendía demostrar
que si Munro fuera una novelista de un país considerado como
autoritario, tipo China o Rusia, los periodistas hubieran destacado
sobre todo las metáforas políticas de la escritora. "Aunque no es una
escritora abiertamente política, Munro es conocida por historias que
capturan las luchas de los canadienses de a pie", resalta el artículo
cómico del Washington Post.
Un chiste que refleja bien nuestra contradictoria relación con lo político.
Exagerando un poco podríamos decir que la misma novela nos parece
política si se escribe en China y apolítica si se publica en Canadá.
Esto pasa sobre todo con los escritores no abiertamente políticos, como
Alice Munro, ya que nadie duda de que las obras del italiano Dario Fo
son políticas aunque no sea un escritor chino. El problema, por tanto,
es nuestra estrecha acepción de lo político: sólo aquello que se jacta
de serlo y muestra un enfoque partisano. El resto de ficciones, por lo
visto, no lo serían, dejando así fuera de la política a la mayoría de las novelas (a no ser que, como ya hemos dicho, se publiquen en países sospechosos).
Will Gompertz,
periodista cultural de la BBC, ha asegurado incluso que "pensaba que
Munro no iba a ganar el Nobel al no ser un autor abiertamente político"
ya que la Academia ha "tendido a premiar a escritores políticos" los
últimos años. No le falta lógica a esta afirmación: ahí están los
premios a Dario Fo, Harold Pinter, Günter Grass, Mario Vargas Llosa, José Saramago y Herta Müller. A Alice Munro, por lo visto, no le corresponde estar en este prestigioso club.
No obstante, esta división entre autores políticos, unos pocos, y autores apolíticos, la gran mayoría, resulta extraña dado que la definición de 'político' incluye necesariamente a cualquier ficción:
política es aquello que se refiere a los asuntos de la ciudad y sus
ciudadanos. La pregunta del millón, por tanto, sería la siguiente: ¿Por
qué no aplicar a las novelas de Alice Munro el mismo celo analítico que ponemos para descifrar el contenido político oculto de las novelas de un escritor chino que escribe sobre la vida cotidiana de las abejas de campo?
En efecto, nos cuesta un mundo rastrear lo político cuando se diluye en un mar de sutilezas.
Un problema agudizado en el caso de Munro debido a su actitud: se trata
de una persona sobria y alérgica a los focos que no ha mostrado ningún
interés en convertirse en una figura pública, discreción recordada estos
días por la escritora canadiense Margaret Atwood, que
escribió esto en Twitter: "OK, ¡todo el mundo me llama para que escriba
sobre Alice! (Alice, sal de donde estés escondida y responde al
teléfono)".