25.1.13

Virginia Woolf


“Está muerto”, dijo Neville. “Se cayó. Su caballo se tropezó. Salió lanzado. Las aspas del mundo torcieron su rumbo y me dieron en la cabeza. Todo terminó. Las luces del mundo se apagaron. Ahí está el árbol que me impide pasar.
            “Oh, ¡abollar este telegrama con mis dedos – dejar que la luz del mundo regrese a su origen – decir que esto no pasó! ¿Y para qué girar la cabeza de un lado para el otro? Ésta es la verdad. Éstos son los hechos. Su caballo dio un traspié; él fue lanzado. Los árboles que pasaban y los rieles blancos se perdieron como una lluvia. Hubo una oleada; un tamborileo en sus orejas. Después, el golpe; el mundo estalló; respiró con pesadez. Murió donde cayó.
            “Los graneros y los días de verano en el campo, los cuartos donde nos sentamos – ahora quedaron en el mundo irreal que ya no existe. Cortaron mi pasado. Vinieron corriendo. Lo llevaron a un pabellón, hombres con botas para andar a caballo, hombres con viseras; entre hombres desconocidos murió. La soledad y el silencio muchas veces lo rodearon. Muchas veces me dejó. Y después, viéndolo volver, yo decía: ‘¡Miren cómo viene!’

21.1.13

Elegías breves - ROSARIO CASTELLANOS


I
Al pie de un sauce, triste Narciso de las aguas,
o cerca de una roca inexorable
quiero dejar mi cuerpo
como el que deja ropas en la playa.
Ay, mis brazos, guirnaldas desceñidas,
ay, mi cintura quieta entre las danzas.

No soy de los que exprimen
su corazón en un lugar violento.
Soy de los que atestiguan
la belleza y la muerte de la rosa.

II
Si pudiera mirarte, bella tan sólo, rosa,
y detener mis ojos largamente en tus pétalos
como una sed que duerme a la orilla de un río.

Si te mirara sólo, sin amarte,
con este amor convulso y desgarrado
de quien siente tu fuga irrevocable.

Ah, si yo no quisiera disecarte,
amarilla, en las páginas herméticas de un libro
con el afán inútil del que conoce el tiempo.

14.1.13

Gabriel García Márquez

-¿Crees que ella estará de acuerdo?
-Ay mi sabio triste, está bien que estés viejo, pero no pendejo -dijo Rosa Cabarcas muerta de risa-. Esa pobre criatura está lela de amor por ti.

Salí a la calle radiante y por primera vez me reconocí a mí mismo en el horizonte remoto de mi primer siglo. Mi casa, callada y en orden a las seis y cuarto, empezaba a gozar los colores de una aurora feliz. Damiana cantaba a toda voz en la cocina, y el gato redivivo enroscó la cola en mis tobillos y siguió caminando conmigo hasta mi mesa de escribir. Estaba ordenando mis papeles marchitos, el tintero, la pluma de ganso, cuando el sol estalló entre los almendros del parque y el buque fluvial del correo, retrasado una semana por la sequía, entró bramando en el canal del puerto. Era por fin la vida real, con mi corazón a salvo, y condenado a morir de buen amor en la agonía feliz de cualquier día después de mis cien años.

Gabriel García Márquez
en Memoria de mis putas tristes.

5.1.13

SOMOS CINCO MIL - VICTOR JARA


Somos cinco mil aquí.
En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el país?
Somos aquí diez mil manos
que siembran y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.
Un muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos con la mirada fija de la muerte.
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.
¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo?
En estas cuatro murallas sólo existe un número que no progresa.
Que lentamente querrá la muerte.
Pero de pronto me golpea la consciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona lleno de dulzura.
¿Y Méjico, Cuba, y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia!
Somos diez mil manos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del Compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
Canto, que mal me sales
cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto.
De verme entre tantos y tantos momentos del infinito
en que el silencio y el grito son las metas de este canto.
Lo que nunca vi, lo que he sentido y lo que siento
hará brotar el momento...