30.12.14

GIOCONDA BELLI

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzarte el corazón
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra
Se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
Hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.
Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti
No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quien eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.
Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.
Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
Rodealo de fosos profundos
sin olvidar anchas puertas y ventanas.
Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodeen y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
Una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños
Si eres una mujer fuerte
protégete con historias y árboles
con recetas antiguas de cantos y encantamientos
Has de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando clavos herrumbados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara
Pero amparate primero
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuidate.
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.
Gioconda Belli

28.12.14

Ernesto Sabato - Antes del fin - Memorias


A medida que nos acercamos a la muerte, también nos inclinamos hacia la tierra. Pero no a la tierra en general sino a aquel pedazo, a aquel ínfimo pero tan querido, tan añorado pedazo de tierra en que transcurrió nuestra infancia. Y porque allí dio comienzo el duro aprendizaje, permanece amparado en la memoria. Melancólicamente rememoro ese universo remoto y lejano, ahora condensado en un rostro, en una humilde plaza, en una calle.
Siempre he añorado los ritos de mi niñez con sus Reyes Magos que ya no existen más. Ahora, hasta en los países tropicales, los reemplazan con esos pobres diablos disfrazados de Santa Claus, con pieles polares, sus barbas largas y blancas, como la nieve de donde simulan que vienen. No, estoy hablando de los Reyes Magos que en mi infancia, en mi pueblo de campo' venían misteriosamente cuando ya todos los chiquitos estábamos dormidos, para dejarnos en nuestros zapatos algo muy deseado; también en las familias pobres, en que apenas dejaban un juguete de lata, o unos pocos caramelos, o alguna tijerita de juguete para que una nena pudiera imitar a su madre costurera, cortando vestiditos para una muñeca de trapo.
Hoy a esos Reyes Magos les pediría sólo una cosa: que me volvieran a ese tiempo en que creía en ellos, a esa remota infancia, hace mil años, cuando me dormía anhelando su llegada en los milagrosos camellos, capaces de atravesar muros y hasta de pasar por las hendiduras de las puertas —porque así nos explicaba mamá que podían hacerlo—, silenciosos y llenos de amor. Esos seres que ansiábamos ver, tardándonos en dormir, hasta que el invencible sueño de todos los chiquitos podía más que nuestra ansiedad. Sí, querría que me devolvieran aquella espera, aquel candor. Sé que es mucho pedir, un imposible sueño, la irrecuperable magia de mi niñez con sus navidades y cumpleaños infantiles, el rumor de las chicharras en las siestas de verano. Al caer la tarde, mamá me enviaba a la casa de Misia Escolástica, la Señorita Mayor; momentos del rito de las golosinas y las galletitas Lola, a cambio del recado de siempre: «Manda decir mamá que cómo está y muchos recuerdos». Cosas así, no grandes, sino pequeñas y modestísimas cosas.

18.12.14

John Keats - SONETO VII

¡Oh, Soledad! Si he de morar contigo,
que no sea entre este hacinamiento de oscuros edificios;
sube conmigo la escarpada senda,
y llegando a esa atalaya de la naturaleza,
veremos, en la distancia, como un pequeño espacio
donde el valle acrece su verdor y el cristal de su río;
que tenga tus vigilias bajo el fino ramaje,
allí donde el ciervo con su salto tan leve
asusta de la dulce campánula a la abeja.
Pero, aun gustando de compartir contigo esas escenas,
la plática con un ser puro cuyas palabras
espejan una mente exquisita, es mi mayor deleite,
porque, sin duda, la dicha de la tierra reside
en dos almas afines que vayan hacia ti.

8.12.14

Un día ofrecido como regalo - Tetsuo Nakagami


Como dejé el equipo de pesca en casa,
regresé por el camino del rio
y los pantalones se llenaron de cadillos.
Luego, en una hondonada donde había remolinos
escuché murmullos de insectos y discursos de pájaros.
Un par de ojos se sobrecogieron
ante el color violeta de las flores de arrurruz
y el plata de las espigas.
Cuando me puse en marcha,
voló una comadreja de mis pies,
y atravesó el vado un faisán.
No es cierto:
voló un faisán de mis pies
y atravesó el vado una comadreja.
Vi a lo lejos unos niños que lanzaban
y recogían
sucesivamente
los señuelos del estanque.
En el cielo planea despacio un milano,
y me quedé viéndolo hasta cuando
me dolió el cuello.
Pronto un hombre gritaría
al encontrar un nido de ruiseñor
entre las cañas.

Tetsuo Nakagami (1939, Osaka, Japón)

1.12.14

16.11.14

JOSÉ SARAMAGO

Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal.
El poder lo contamina todo, es tóxico. Es posible mantener la pureza de los principios mientras estás alejado del poder. Pero necesitamos llegar al poder para poner en práctica nuestras convicciones. Y ahí la cosa se derrumba, cuando nuestras convicciones se enturbian con la suciedad del poder.

José Saramago
(Azinhaga, Santarém, Portugal, 16 de noviembre de 1922 - Tías, Lanzarote, España, 18 de junio de 2010)

13.11.14

La rue Soufflot (Paris)




Romance para el abanico de Madame Marie Laurencin



Nuestra breve jornada pronto habrá terminado: los últimos
años se abren ante nosotros como estas calles;
y el colegio sigue estando allí, y esta plaza
en cuadrículas, y la vieja iglesia en la que hemos visto
entrar muerto a Verlaine. En el fondo, a pesar del mar
y de tantos caminos, jamás hemos salido
de aquí, y toda nuestra vida habrá sido
un pequeño viaje en círculos y zigzags por París.
E incluso después, aquí nos quedaremos,
invisibles, olvidados, pero siempre habitando
la ciudad de la infancia y del primer amor,
con el asombro de los doce años y del encuentro,
que aún nos hace murmurar entre el gentío:
“Porque sabes que siempre te he querido.”
y un transeúnte, que me ha oído, se da vuelta.






Valery Larbaud

9.11.14

La lluvia - Jorge Luis Borges



    Bruscamente la tarde se ha aclarado
    Porque ya cae la lluvia minuciosa.
    Cae o cayó. La lluvia es una cosa
    Que sin duda sucede en el pasado.
    Quien la oye caer ha recobrado
    El tiempo en que la suerte venturosa
    Le reveló una flor llamada rosa
    Y el curioso color del colorado.
    Esta lluvia que ciega los cristales
    Alegrará en perdidos arrabales
    Las negras uvas de una parra en cierto.
    Patio que ya no existe. La mojada
    Tarde me trae la voz, la voz deseada,
    De mi padre que vuelve y que no ha muerto.

2.11.14

Un fragmento de “Sobre la violencia”, un texto de Hannah Arendt

Me propongo suscitar ahora la cuestión de la violencia en el terreno político. No es fácil. Lo que Sorel escribió hace sesenta años, “los problemas de la violencia siguen siendo muy oscuros” es tan cierto ahora como lo era entonces. He mencionado la repugnancia general a tratar a la violencia como a un fenómeno por derecho propio y debo ahora precisar esta afirmación.
Si comenzamos una discusión sobre el fenómeno del poder, descubrimos pronto que existe un acuerdo entre todos los teóricos políticos, de la Izquierda a la Derecha, según el cual la violencia no es sino la más flagrante manifestación de poder. “Toda la política es una lucha por el poder; el último género de poder es la violencia”, ha dicho C. Wright Mills, haciéndose eco de la definición del Estado de Max Weber: “El dominio de los hombres sobre los hombres basado en los medios de la violencia legitimada, es decir, supuestamente legitimada”. Esta coincidencia resulta muy extraña, porque equiparar el poder político con “la organización de la violencia” sólo tiene sentido si uno acepta la idea marxista del Estado como instrumento de opresión de la clase dominante. Vamos por eso a estudiar a los autores que no creen que el cuerpo político, sus leyes e instituciones, sean simplemente superestructuras coactivas, manifestaciones secundarias de fuerzas subyacentes. Vamos a estudiar, por ejemplo, a Bertrand de Touvenel, cuyo libro Sobre el poder es quizá el más prestigioso y, en cualquier caso, el más interesante de los tratados recientes sobre el tema. “Para quien —escribe— contempla el despliegue de las épocas la guerra se presenta a sí misma como una actividad de los Estados que pertenece a su esencia”. Esto puede inducirnos a preguntar si el final de la actividad bélica significaría el final de los Estados. ¿Acarrearía la desaparición de la violencia, en las relaciones entre los Estados, el final del poder?

10.10.14

"Cansancio" - Olivero Girondo



Cansado.
¡Sí!
Cansado
de usar un solo bazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.

Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.

Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.

   

Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.




Oliverio Girondo

4.10.14

Violeta Parra

Yo reconozco, amo y venero el canto a lo humano y el canto a lo divino, desde el punto de vista del texto literario y del punto de vista musical. Basta con conocer un verso a lo divino para conocer el espíritu fino, sabio y delicado del cantor chileno.

Violeta Parra

25.9.14

EXILIO - ALEJANDRA PIZARNIK



a Raúl Gustavo Aguirre 

Esta manía de saberme ángel, 
sin edad, 
sin muerte en qué vivirme, 
sin piedad por mi nombre 
ni por mis huesos que lloran vagando. 

¿Y quién no tiene un amor? 
¿Y quién no goza entre amapolas? 
¿Y quién no posee un fuego, una muerte, 
un miedo, algo horrible, 
aunque fuere con plumas 
aunque fuere con sonrisas? 

Siniestro delirio amar una sombra. 
La sombra no muere. 
Y mi amor 
sólo abraza a lo que fluye 
como lava del infierno: 
una logia callada, 
fantasmas en dulce erección, 
sacerdotes de espuma, 
y sobre todo ángeles, 
ámgeles bellos como cuchillos 
que se elevan en la noche 
y devastan la esperanza. 

18.9.14

Papeles inesperados


En la antevíspera de la Navidad de 2006, Aurora Bernárdez, viuda de Julio Cortázar, charlaba en su casa de París con el escritor y crítico Carles Álvarez Garriga. En un momento de la conversación, ella extrajo de una vieja cómoda un puñado de manuscritos y textos mecanografiados. “¿Has leído alguna vez esto?”, le preguntó. Aquellas páginas resultaron ser inéditas. Los textos encontrados, junto con otros muchos que habían visto la luz de forma muy dispersa, integran ahora el libro ‘Papeles inesperados’ que la editorial Alfaguara difundirá en España la próxima semana. Reproducimos uno de los relatos incluidos en ese volumen, así como tres historias recuperadas de cronopio.
—————————————
JULIO CORTAZAR
Llegaré a Estambul a las ocho y media de la noche. El concierto de Nathan Milstein comienza a las nueve, pero no será necesario que asista a la primera parte; entraré al final del intervalo, después de darme un baño y comer un bocado en el Hilton. Para ir matando el tiempo me divierte recordar todo lo que hay detrás de este viaje, detrás de todos los viajes de los dos últimos años. No es la primera vez que pongo por escrito estos recuerdos, pero siempre tengo buen cuidado de romper los papeles al llegar a destino. Me complace releer una y otra vez mi maravillosa historia, aunque luego prefiera borrar sus huellas. Hoy el viaje me parece interminable, las revistas son aburridas, la hostess tiene cara de tonta, no se puede siquiera invitar a otro pasajero a jugar a las cartas. Escribamos, entonces, para aislarnos del rugido de las turbinas. Ahora que lo pienso, también me aburría mucho la noche en que se me ocurrió entrar al concierto de Ruggiero Ricci. Yo, que no puedo aguantar a Paganini. Pero me aburría tanto que entré y me senté en una localidad barata que sobraba por milagro, ya que la gente adora a Paganini y además hay que escuchar a Ricci cuando toca los Caprichos. Era un concierto excelente y me asombró la técnica de Ricci, su manera inconcebible de transformar el violín en una especie de pájaro de fuego, de cohete sideral, de kermesse enloquecida. Me acuerdo muy bien del momento: la gente se había quedado como paralizada con el remate esplendoroso de uno de los caprichos, y Ricci, casi sin solución de continuidad, atacaba el siguiente. Entonces yo pensé en mi tía, por una de esas absurdas distracciones que nos atacan en lo más hondo de la atención, y en ese mismo instante saltó la segunda cuerda del violín.

12.9.14

Rodolfo Walsh


En el año ’82 viajé a España desde México, donde estaba exiliada. En Madrid conocí a Martín Grass, sobreviviente de la ESMA, con quien hablamos durante una larga noche sobre la historia del horror en ese centro clandestino. Mi primera pregunta fue ¿qué pasó con Rodolfo? Escuché la descripción pausada, casi cuidadosa, de la imagen brutal de la muerte que vio en el sótano de la ESMA: el cuerpo acribillado de Rodolfo, con el pecho cortado por una diagonal de impactos, tirado en el cemento frío. Martín lo reconoció y se estremeció. Había visto otros muertos por las balas, pero nunca un cuerpo al que le hubieran disparado con tanto odio, quizá porque querían agarrarlo con vida y Rodolfo se resistió para impedirlo. ¿Y qué hicieron con él?, pregunté. No sabía; suponía que quizá lo hubiesen quemado, porque difícilmente preparaban un vuelo para tirar sólo un cuerpo al río. En estos casos, en la ESMA solían desaparecerlos con lo que ellos llamaban un "asadito".

–¿Y con todos los escritos de Rodolfo que estaban en la casa de San Vicente?

–Llevaron todo a la ESMA. Allí pude leer los documentos críticos sobre la política de Montoneros que escribió como aportes internos de la organización.

4.9.14

Estado de situación - Edgar Bayley


Quieres sostener en pie los pilares
de un barracón caduco.
Por el techo
y las paredes entran el viento y el agua.
Se confunden el río y el mar cercano.
Quieres mantener sobre las olas
el muelle semihundido,
mientras el tumulto de la corriente
arrastra flores,
troncos,
un mascarón de proa.
Todos se han ido,
estás solo
en una lucha insensata.

No tienes más que una débil camisa,
un pantalón raído y una pala en la mano,
entretanto el agua supera tu cintura
y las olas grandes te voltean y sacuden;
te vuelves a levantar
y esperas tontamente la salida de la luna.
Nada queda del pueblo ya,
lo que plantaste se fue,
los amigos,
los compañeros no están;
se ahogaron los animales.

Las líneas que escribiste,
las promesas que hiciste
se ahogaron también
y,
sobre todo,
se ahogó el amor cruel,
refugiado en la copa del árbol.

27.8.14

GIOCONDA BELLI

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.

Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodealo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero

Guarda las distancias
Constrúyete. Cuidate
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti

Te lo pido en nombre de todas nosotras.

Gioconda Belli

19.8.14

Canción del mariquita

El mariquita se peina 
en su peinador de seda. 

Los vecinos se sonríen 
en sus ventanas postreras. 

El mariquita organiza 
los bucles de su cabeza. 

Por los patios gritan loros, 
surtidores y planetas. 

El mariquita se adorna 
con un jazmín sinvergüenza. 

La tarde se pone extraña 
de peines y enredaderas. 

El escándalo temblaba 
rayado como una cebra. 

¡Los mariquitas del Sur, 
cantan en las azoteas!


Federico García Lorca

9.8.14

Tristan Tzara

“El tiempo deja caer pequeñas pulgadas detrás de él
siega las finas moléculas en las praderas de agua
domina las bolsas de aire atraviesa su jungla
corta el gusano de la ola y de  cada mitad nace llena
de luz una mariposa
en el volcán se hilvana a lo largo de una nota de violín
riza el corte errante del vidrio en las finas horas de
transparencia
allí donde nuestros sueños revuelven el cantarino
manjar de luz

el río que la montaña enfila hacia el oriente articulado
de peligros y de porqués
y carga de medallas y de holocaustos a todo lo largo de
las gardenias
se ha crispado alrededor de tu puño camino abotonado
de mojones al sol vecinos a los campos
más allá de las riberas el arco agranda la sonrisa del
espacio hasta el rictus del glaciar
y la lanzadera del tejedor punteado de ramas en la
borrachera del ciempiés
atraviesa los obstáculos calvos y los ojos pelados de
las flechas que veían
sin embargo la soldadura al borde del lago se deshace
como bocanadas de nubes se instalan sobre el agua los
sentimientos ordenados de las canastillas bordadas
con plumas estilográficas
o el trémolo de fuego que se mueve por el espacio que
el eco ha vaciado
el viento huye de la puerta giratoria el viento examina
los paisajes los pasajeros
y la voluntad de ser uno mismo modifica en el hueco
del chapoteo su continuo arriendo

las amapolas eléctricas bajo la concha de tortuga
arropan los granos de arena y de belleza
el crepúsculo eleva los adioses al horizonte bañado con
la fria claridad del estetoscopio
azotado por los resplandores navales da la vuelta a la
prisión
y sus caidas de sitio en sitio preparan la electrificación
de los ojos
adán y eva se esconden en el bello lugar del fruto hendido
dos vueltas hacen bajar del cielo subterráneamente a
gemelos de otras épocas
con el sabor de los metales pesados los cristales de las
estrellas ofrecen el regazo en la entrada de la
cueva
en el roquedo petrificado en alto para usted
cayendo en el dejar-ir del invierno que esgrime
sus sables ..”
 
 

1.8.14

Definición de un poeta - Por Enrique Lihn



Definición de un poeta
Por Enrique Lihn
Anales de la Universidad de Chile, Enero- Marzo de 1966


La última vez que visité al poeta Eduardo Anguita, lo encontré abatido, al parecer definitivamente, por una neurosis que, reforzando su sentido del humor, no le ha quitado para nada su apetito metafísico.

—He dejado que 
la palabra se estagnara en mí —reflexionó con repentina solemnidad. Uno no cuenta. Lo siento por la palabra. Su maestro había dicho en 1916, desde el punto de vista de un "San Juan de la Cruz al revés"(1): "El poeta es un pequeño dios"(2), presunción difícil de confirmar en la mayoría de los casos, pero que, en suma, no hace más que abreviar, y bien, antiguas concepciones del fenómeno poético, antiguas ya en el siglo xviii cuando Shaftesbury, por ejemplo, escribía: "La oposición entre Dios y el hombre desaparece si pensamos al hombre, no sólo por su existencia de criatura sino por la fuerza íntima, radical y formadora que le es propia, si le estudiamos como creador"(3). "El segundo creador bajo Júpiter". Supongo que un católico ferviente, al admitir entre sus creencias la del "poder de las palabras", debe luchar, en el desierto, contra la tentación de codearse con Dios e incurrir así en una identidad mental, falacia de heresiarcas. Si se admite la enormidad de que en el principio fue el verbo, el correctivo de la sensatez estará en la humildad instrumental: sentirse un vehículo de la palabra dejado de la mano de Dios en un lecho de enfermo a vez real e imaginario.


Hay otro modo de ignorar el modesto pero profundo interés que ofrece la poesía que me resulta aún más irritante que el trascendentalismo de quienes sitúan dicho interés en las abisales profundidades pascalianas. Pseudojóvenes que quisieran parecerse exactamente a Los Beatles, se declaran contra los peligros de una oscuridad presunta, y desearían que todo fuera tan claro en poesía como para cantarlo con acompañamiento de guitarra. Sea usted claro y sencillo, fue alguna vez la fórmula de la poesía partidista. Ahora se trataría, además, de caerle simpático al auditorio, y, si es posible, de hacerlo bailar palabras para canciones, casi tangos, pseudocuecas, semiboleros.

Obvio es decir que siempre ha habido una falsa oscuridad poética, la que mi amigo Nicanor Parra llama "retórica de monaguillos" y contra la cual sus "poetas de la claridad", él en una palabra, han levantado la antipoesía, es decir, una poesía genuina que, cuanto tal, ciertamente, suele ser "más retorcida que una óreja", necesariamente oscura, difícil de penetrar(4). Así, los mallanmes chilenos de cuarta categoría se han quedado con las máscaras en las manos y el expendio de "metaforones" clausurado per sécula. Otro tanto les ocurrirá a los Aznavour o a los que no cuenten a Francois Villon entre sus ancestros, ni tengan pasta de trovadores legítimos. Desde hace algunos años prende la opinión entre los poetas menores que juegan a ser distintos de nuestros "poetas de grandes dimensiones", como llamó alguien (5) a De Rokha, la Mistral, Neruda y Huidobro, de que la poesía —pequeño mundo mágico— tendría que ser, a juzgar por sus producciones, una historia narrada por un idiota, pero convenientemente despojada del sonido y la furia. Así se han escrito muchos libros inútiles: diarios de vida de colegiales aficionados a la cerveza, recuerdos de provincia, poemas para álbumes, conversaciones con amables fantasmas que, demasiado habituados a la vida de ultratumba, no tienen, finalmente, nada que decir.


El número de los "poetas de grandes dimensiones" aumenta, con todo, por encima de los nuevos "perláticos" (6).

La generación del año treinta y ocho, para presentar un solo corte transversal de la poesía chilena, ha puesto sobre la mesa sus cartas definitivas. Repito el nombre de Nicanor Parra, y están Gonzalo Rojas, Braulio Arenas, Eduardo Anguita. Todos ellos —y otros que habría que situar en el panorama— han tenido, incluso, el valor de sus equivocaciones, y no se han propuesto, al escribir poesía, dírigir, en los estribillos, un coro de lectores en vacaciones.