30.12.14

GIOCONDA BELLI

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzarte el corazón
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra
Se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
Hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.
Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti
No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quien eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.
Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.
Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
Rodealo de fosos profundos
sin olvidar anchas puertas y ventanas.
Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodeen y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
Una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños
Si eres una mujer fuerte
protégete con historias y árboles
con recetas antiguas de cantos y encantamientos
Has de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando clavos herrumbados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara
Pero amparate primero
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuidate.
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.
Gioconda Belli

28.12.14

Ernesto Sabato - Antes del fin - Memorias


A medida que nos acercamos a la muerte, también nos inclinamos hacia la tierra. Pero no a la tierra en general sino a aquel pedazo, a aquel ínfimo pero tan querido, tan añorado pedazo de tierra en que transcurrió nuestra infancia. Y porque allí dio comienzo el duro aprendizaje, permanece amparado en la memoria. Melancólicamente rememoro ese universo remoto y lejano, ahora condensado en un rostro, en una humilde plaza, en una calle.
Siempre he añorado los ritos de mi niñez con sus Reyes Magos que ya no existen más. Ahora, hasta en los países tropicales, los reemplazan con esos pobres diablos disfrazados de Santa Claus, con pieles polares, sus barbas largas y blancas, como la nieve de donde simulan que vienen. No, estoy hablando de los Reyes Magos que en mi infancia, en mi pueblo de campo' venían misteriosamente cuando ya todos los chiquitos estábamos dormidos, para dejarnos en nuestros zapatos algo muy deseado; también en las familias pobres, en que apenas dejaban un juguete de lata, o unos pocos caramelos, o alguna tijerita de juguete para que una nena pudiera imitar a su madre costurera, cortando vestiditos para una muñeca de trapo.
Hoy a esos Reyes Magos les pediría sólo una cosa: que me volvieran a ese tiempo en que creía en ellos, a esa remota infancia, hace mil años, cuando me dormía anhelando su llegada en los milagrosos camellos, capaces de atravesar muros y hasta de pasar por las hendiduras de las puertas —porque así nos explicaba mamá que podían hacerlo—, silenciosos y llenos de amor. Esos seres que ansiábamos ver, tardándonos en dormir, hasta que el invencible sueño de todos los chiquitos podía más que nuestra ansiedad. Sí, querría que me devolvieran aquella espera, aquel candor. Sé que es mucho pedir, un imposible sueño, la irrecuperable magia de mi niñez con sus navidades y cumpleaños infantiles, el rumor de las chicharras en las siestas de verano. Al caer la tarde, mamá me enviaba a la casa de Misia Escolástica, la Señorita Mayor; momentos del rito de las golosinas y las galletitas Lola, a cambio del recado de siempre: «Manda decir mamá que cómo está y muchos recuerdos». Cosas así, no grandes, sino pequeñas y modestísimas cosas.

18.12.14

John Keats - SONETO VII

¡Oh, Soledad! Si he de morar contigo,
que no sea entre este hacinamiento de oscuros edificios;
sube conmigo la escarpada senda,
y llegando a esa atalaya de la naturaleza,
veremos, en la distancia, como un pequeño espacio
donde el valle acrece su verdor y el cristal de su río;
que tenga tus vigilias bajo el fino ramaje,
allí donde el ciervo con su salto tan leve
asusta de la dulce campánula a la abeja.
Pero, aun gustando de compartir contigo esas escenas,
la plática con un ser puro cuyas palabras
espejan una mente exquisita, es mi mayor deleite,
porque, sin duda, la dicha de la tierra reside
en dos almas afines que vayan hacia ti.

8.12.14

Un día ofrecido como regalo - Tetsuo Nakagami


Como dejé el equipo de pesca en casa,
regresé por el camino del rio
y los pantalones se llenaron de cadillos.
Luego, en una hondonada donde había remolinos
escuché murmullos de insectos y discursos de pájaros.
Un par de ojos se sobrecogieron
ante el color violeta de las flores de arrurruz
y el plata de las espigas.
Cuando me puse en marcha,
voló una comadreja de mis pies,
y atravesó el vado un faisán.
No es cierto:
voló un faisán de mis pies
y atravesó el vado una comadreja.
Vi a lo lejos unos niños que lanzaban
y recogían
sucesivamente
los señuelos del estanque.
En el cielo planea despacio un milano,
y me quedé viéndolo hasta cuando
me dolió el cuello.
Pronto un hombre gritaría
al encontrar un nido de ruiseñor
entre las cañas.

Tetsuo Nakagami (1939, Osaka, Japón)

1.12.14