23.5.12

La Muerte del Autor


Artículo de Roland Barthes, publicado en 1968, en el cual propone que el texto escrito se realiza finalmente en el lector y no en el autor, como siempre se ha dado por sentado.
La muerte del Autor, Roland Barthes

Balzac, en su novela Sarrasine, hablando de un castrado disfrazado de mujer, escribe lo siguiente: «Era la mujer, con sus miedos repentinos, sus caprichos irracionales, sus instintivas turbaciones, sus audacias sin causa, sus bravatas y su exquisita delicadeza de sentimientos.» ¿Quién está hablando así? ¿El héroe de la novela, interesado en ignorar al castrado que se esconde bajo la mujer? ¿El individuo Balzac, al que la experiencia personal ha provisto de una filosofía sobre la mujer? ¿El autor Balzac, haciendo profesión de ciertas ideas «literarias» sobre la feminidad? ¿La sabiduría universal? ¿La psicología romántica Nunca jamás será posible averiguarlo, por la sencilla razón de que la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe.

14.5.12

Las últimas horas de Virginia Woolf

El gran público asociará a Virginia Woolf con la Nicole Kidman caracterizada con nariz prominente que aparece en el film “Las horas”, basada en la novela homónima del narrador estadounidense Michael Cunningham. En aquella cinta, en la que se combinaban tres historias de mujeres de diferentes épocas con trasfondo suicida, podía verse a la escritora Virginia Stephen –su apellido de soltera– escribiendo «Mrs. Dalloway», hablando con su marido y editor, el circunspecto y atento Leonard Woolf, y al fin metiéndose el 28 de marzo de 1941 en el río Ouse con una piedra en el bolsillo de su vestido, a los 59 años. Antes había redactado dos cartas, una para su hermana Vanessa y otra para su esposo en la que decía: «Estoy segura de que, de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no puedo superar otra de aquellas terribles temporadas. No voy a curarme en esta ocasión... estoy haciendo lo que me parece mejor... No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo».
Ahora el lector tiene la oportunidad de conocer este dramático final entre Leonard y Virginia Woolf con “La muerte de Virgina” (Lumen), que, como apuntan los editores, corresponde al quinto y último volumen de la autobiografía del que fuera fundador de la editorial Hogarth Press (el capítulo 2 está dedicado a los libros que editaron); el título original es “The Journey Not the Arrival Matters”, y comprende los años 1939-1969, muy duros. No en balde, el escritor y también político (militó en el partido laborista británico) aborda al comienzo “lo que es la guerra: los horrores de la muerte y la destrucción, las heridas, el dolor, el luto y la brutalidad”; para él, la Europa de los años treinta es más bárbara que la de 1914-19 por culpa del comunismo ruso y el hitlerismo. Leonard cuenta que la Segunda Guerra Mundial llegó para él en forma de dos aviones nazis y cómo tal cosa se convirtió en una presencia tan rutinaria que ni le infundía miedo.

6.5.12

Israel Centeno - Judía


Dame una palabra seductora para herir y matar a los que traman
duras decisiones contra Tu alianza...

Oración de Judit, 9:13

Mis mensajeros irán de posta en posta, reventarán sus caballos; así lo impone mi capricho. He decidido escribirte y vencer el impedimento, un detalle de milenios, que salvarán mis enviados.

Imagino, Judía, que, acostumbrada a desoír a quienes son motivados por deseos ajenos a los designios del Único, te molestarán mis caprichosas pretensiones expresadas en violentar el tiempo para hacerte llegar mis vagas consideraciones.

El tono de la misma es imperativo. Eso indica mi elección. Reincidir en el desafío, alzar mi verbo en oposición al sentido de libertad que expresan los pueblos que se han radicado en las ásperas montañas de Judea.

Mi actitud indica que he de perder la cabeza y que no ha de temblar tu mano para separar de mis hombros cualquier audacia que exprese; en principio, aparento desconocer el poder y la fuerza de tu Dios.