
Recuerdo este episodio con motivo de la reciente divulgación de las cartas íntimas de Gabriela Mistral que ponen al descubierto su vida privada, publicadas no sabemos si para favorecer obra y vida de la poeta chilena más importante del siglo, o más bien la fama del editor de la edición. Sabemos que el conocimiento y lectura de dichas cartas privadas no serán un aporte importante para los verdaderos estudiosos de su obra. No servirán de prueba para certificar ni justificar lo sostenido o dicho en este o en aquel poema. Cualquier alumno primario de literatura sabe que tales documentos no inciden en absoluto en la calidad de la obra artística, y sólo responden al morbo y voracidad mediática de los curiosos por conocer los entretelones de la vida de los artistas. Y en el caso de Gabriela, la publicación de estas cartas privadas constituye más bien otra estocada a su vida y a su obra, como se ha venido haciendo desde un principio. Conocida es la discriminación que padeció en vida por parte de sus pares, por causa de su genio artístico. Sumada a su humilde condición social y al hecho de ser mujer en tiempos en que recién comenzaban las mujeres en América a conquistar su merecido espacio público.
La banalidad de lo banal en este caso está en que, aquellos que jamás se interesaron por la poesía de Gabriela Mistral, hoy se interesan por conocer los entretelones de su relación amorosa con su secretaria Doris Dana, como si eso hubiese sido lo medular de su vida. Como si la sexualidad en verdad ocupara el espacio vital de la vida humana, cuando en la mayoría de los casos no supera un diez por ciento real de la existencia.
¿No responderán más bien este tipo de publicaciones a eso que Heidegger denominaba avidez de novedades, como una de las características propias del ser inauténtico? Las masas están cada día más ansiosas por devorar “novedades”, y al no haberlas, es necesario arrancárselas a los muertos para aplacar el hambre de la bestia.
¿No habría sido mejor publicar de una vez las Obras completas de Gabriela Mistral, invertir el tiempo y el dinero del Estado en lo que verdaderamente importa de ella? Por si alguien lo ignora, ocurre que todavía no se publican sus obras completas.
La banalidad de lo banal - Miguel de Loyola
La banalidad de lo banal en este caso está en que, aquellos que jamás se interesaron por la poesía de Gabriela Mistral, hoy se interesan por conocer los entretelones de su relación amorosa con su secretaria Doris Dana, como si eso hubiese sido lo medular de su vida. Como si la sexualidad en verdad ocupara el espacio vital de la vida humana, cuando en la mayoría de los casos no supera un diez por ciento real de la existencia.
¿No responderán más bien este tipo de publicaciones a eso que Heidegger denominaba avidez de novedades, como una de las características propias del ser inauténtico? Las masas están cada día más ansiosas por devorar “novedades”, y al no haberlas, es necesario arrancárselas a los muertos para aplacar el hambre de la bestia.
¿No habría sido mejor publicar de una vez las Obras completas de Gabriela Mistral, invertir el tiempo y el dinero del Estado en lo que verdaderamente importa de ella? Por si alguien lo ignora, ocurre que todavía no se publican sus obras completas.
La banalidad de lo banal - Miguel de Loyola