
25.7.13
Carta Abierta a Glenda - Julio Cortázar

19.7.13
Los amantes - Juan Rodolfo Wilcock
Harux y Harix han decidido no levantarse más de la cama: se aman locamente, y no pueden alejarse el uno del otro más de sesenta, setenta centímetros. Así que lo mejor es quedarse en la cama, lejos de los llamados del mundo. Está todavía el teléfono, en la mesa de luz, que a veces suena interrumpiendo sus abrazos: son los parientes que llaman para saber si todo anda bien. Pero también estas llamadas telefónicas familiares se hacen cada vez más raras y lacónicas. Los amantes se levantan solamente para ir al baño, y no siempre; la cama está toda desarreglada, las sábanas gastadas, pero ellos no se dan cuenta, cada uno inmerso en la ola azul de los ojos del otro, sus miembros místicamente entrelazados. La primera semana se alimentaron de galletitas, de las que se habían provisto abundantemente. Como se terminaron las galletitas, ahora se comen entre ellos. Anestesiados por el deseo, se arrancan grandes pedazos de carne con los dientes, entre dos besos se devoran la nariz o el dedo meñique, se beben el uno al otro la sangre; después, saciados, hacen de nuevo el amor, como pueden, y se duermen para volver a comenzar cuando despiertan. Han perdido la cuenta de los días y de las horas. No son lindos de ver, eso es cierto, ensangrentados, descuartizados, pegajosos; pero su amor está más allá de las convenciones. |
6.7.13
Frida Kahlo
«Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego
pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo,
que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento.
Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando en
mí. Bueno, yo espero que si tú estás por ahí y lees esto sepas que, sí,
es verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú.»
Frida Kahlo
(1907-1954)
3.7.13
Franz Kafka
"La
otra noche te soñé, es la segunda vez. Un cartero me traía dos certificadas
tuyas y me entregaba una en cada mano con un movimiento magníficamente preciso
de los brazos que saltaban como émbolos de una máquina a vapor. Eran cartas
mágicas. Podía extraer cuantas hojas quisiera sin que los sobres jamás se vaciaran.
Me encontraba a mitad de una escalera y estaba obligado, no te ofendas, a tirar
sobre los escalones las hojas ya leídas si quería extraer más de los sobres.
Toda la escalera de arriba a abajo estaba cubierta de manojos de hojas y el
papel elástico, ligeramente sobrepuesto, enviaba un fuerte murmullo"
Carta
a Felice Bauer del 17 de noviembre de 1912
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