"La
otra noche te soñé, es la segunda vez. Un cartero me traía dos certificadas
tuyas y me entregaba una en cada mano con un movimiento magníficamente preciso
de los brazos que saltaban como émbolos de una máquina a vapor. Eran cartas
mágicas. Podía extraer cuantas hojas quisiera sin que los sobres jamás se vaciaran.
Me encontraba a mitad de una escalera y estaba obligado, no te ofendas, a tirar
sobre los escalones las hojas ya leídas si quería extraer más de los sobres.
Toda la escalera de arriba a abajo estaba cubierta de manojos de hojas y el
papel elástico, ligeramente sobrepuesto, enviaba un fuerte murmullo"
Carta
a Felice Bauer del 17 de noviembre de 1912