9.1.16

ALEJANDRA PIZARNIK

Noche tibia. Sensación placentera. Los sones abstractos de las vías colmaban sus oídos eufóricos. Pensaba en el puerto que veía tan seguido... puerto de colores impresionistas y hombres sucios de brazos mojados y brillosos y vello crecido y húmedo. Hombres impasibles a la lejanía maravillosa, al cielo entre los barcos, al paisaje de conjunto, al suelo atiborrado de objetos de lugares remotos como pedazos de mundo en el melancólico corazón de un mar... Si. Hundirse una noche en las calles del puerto. Caminar, caminar... 
Si. Sola. Siempre sola. Lenta, muy lentamente. 
Y el aire estará enrarecido, será un aire cosmopolita y el suelo lleno de papeles de cigarrillos que alguna vez existieron, blancos y hermosos. 
Si. Se seguirá caminando. Hundirse, oscuridad, caminar... Si. Y una estrella dará su color al ancla de plata que llevaba en su pecho. Tirar el ancla. Si. Muy junto a ese barco gigante de rayas rojas y blancas y verdes... irse, y no volver.

Puerto adelante
Alejandra Pizarnik