16.3.11

Madrugada, Marília Garcia

1.
la realidad es lo que no
desaparece cuando dejamos
de creer en ella, decía
con los dedos abiertos tratando
de resistir a aquella niebla en los
ojos.
podía tocar lo real
pero aún así no entendía qué
intentaba decir. después seguían
al borde del sol, el río acompañando cada
paso como si cuidase que
la línea de la sombra no invadiese
el camino.

él escribía largas cartas para contar que
allí tenían un templo dedicado
a los gatos,
contar que ella lloraba
cada tarde
que iba a dejarlo todo
y cruzar el
mar

(muchas veces no sabía
qué hacer. todo el tiempo sentada sobre
la caja negra en
un rincón de la sala).


2.
todo lo que dijo fue:
conocí a alguien.
después 16 llamadas
perdidas a propósito, decí algo por lo
menos, que tu avión no cayó,
que no incendiarion tu coche,
que no se perdieron los años.

cruzar esta ciudad no es real,
las calles todas mezcladas al llegar,
el río no está abajo
sino arriba -cómo hacer para no resbalarse?
después toma el subte
y manda su último mensaje
que contiene apenas un verbo:
llegué.

___

Marília Garcia
Rio de Janeiro-RJ, 1979

22.2.11

El amante del volcán

También tenemos tiempo para salvar nuestras cosas, algunas. ¿El altar con imágenes sagradas? ¿El trozo de pollo sin comer? ¿Los juguetes de los niños? ¿Mi nueva túnica? ¿Todo lo que esté hecho a mano? ¿El ordenador? ¿Los cazos? ¿El manuscrito? ¿La vaca? Lo único que necesitamos para empezar de nuevo es nuestras vidas.

Susan Sontag

13.2.11

Walth Whitman

Esta es la forma...

Ésta es la forma femenina,
Exhala de pies a cabeza una divina aureola,
Atrae con irresistible atracción,
Me atrae su aliento como si yo no fuera otra cosa que
un indefenso vaho, todo desaparece salvo ese
aliento y yo,
Los libros, el arte, la religión, el tiempo, la visible y
sólida tierra, y lo que del cielo esperábamos y lo
que del infierno temíamos, todo se ha consumido.
Mis frenéticos filamentos, indómitos, brotan de él,
la reacción también es indómita.
El pelo, el pecho, las caderas, la curva de las piernas,
las negligentes manos que se sueltan, las mías que
se sueltan.
La marea aguijoneada por el reflujo, el reflujo por la
marea, carne de amor henchida y deliciosamente
doliendo.
Límpidos, ilimitados chorros de amor, calientes y
enormes, trémula jalea de amor, zumo espumoso y
delirante.
Noche nupcial de amor que se abre camino con
delicadeza y demora en el alba yacente.
Penetrando en el día dócil que cede,
Perdida en el abrazo de la profunda y dulce carne del
día.
Éste es el núcleo —primero el niño nace de la mujer,
el hombre nace de la mujer.
Éste es el baño del sexo, ésta la fusión de lo grande y de
lo pequeño, y otra vez la salida.
No sintáis vergüenza, mujeres, vuestro privilegio
incluye a los otros y es el manantial de los otros,
Sois las puertas del cuerpo y también las puertas del alma.
La mujer encierra todas las cualidades y las afina.
Está en su lugar y avanza con equilibrio perfecto.
Es todas las cosas debidamente veladas, a la vez
pasiva y activa.
Su destino es concebir hijas e hijos, y asimismo hijos
e hijas.

Veo mi alma que se refleja en la Naturaleza,
Veo a través de una neblina a la Única, de inexpresable
plenitud, cordura y belleza.
Veo la cabeza inclinada y los brazos cruzados sobre
el pecho, veo a la Mujer.



Walth Whitman

(Traducción: Jorge Luis Borges)

4.2.11

Constantino Kavafis - Poesía

TROYANOS

Son los esfuerzos nuestros, de los desventurados,
son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos.
Algo conseguimos; nos reponemos
un poco; y empezamos
a tener coraje y buenas esperanzas.
Pero siempre algo surge y nos detiene.
Aquiles en el foso enfrente a nosotros
sale y con grandes voces nos espanta.-
Son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos.
Creemos que con decisión y audacia
cambiaremos la animosidad de la suerte,
y nos quedamos afuera para combatir.
Mas cuando sobreviene la gran crisis,
nuestra audacia y decisión desaparecen;
se turba nuestra alma, paralízase;
y en torno de los muros corremos
buscando salvarnos con la fuga.
Empero nuestra caída es cierta. Arriba,
sobre las murallas, comenzó ya el lamento.
Lloran sentimientos y recuerdos de nuestros días.
Amargamente por nosotros Príamo y Hécuba lloran.


LOS CABALLOS DE AQUILES

Cuando vieron muerto a Patroclo,
que era tan valeroso, y fuerte, y joven,
los caballos de Aquiles comenzaron a llorar;
sus naturalezas inmortales se indignaban
por esta obra de la muerte que contemplaban.
Sacudían sus cabezas y agitaban sus largas crines,
golpeaban la tierra con las patas, y lloraban a Patroclo
al que sentían inanimado -destruido-
una carne ahora mísera -su espíritu desaparecido-
indefenso -sin aliento-
devuelto desde la vida a la gran Nada.
Las lágrimas vio Zeus de los inmortales
caballos y apenose. "En las bodas de Peleo"
dijo "no debí así irreflexivamente actuar;
¡mejor que no os hubiéramos dado caballos míos
desdichados! Qué buscabais allí abajo
entre la mísera humanidad que es juego del destino.
A vosotros que no la muerte acecha, ni la vejez
efímeras desgracias os atormentan. En sus padecimientos
os mezclaron los humanos". -Pero sus lágrimas
seguían derramando los dos nobles animales
por la desgracia sin fin de la muerte.


VIAJE NOCTURNO DE PRÍAMO

Dolor y lamento en Ilión.
La tierra
de Troya en desesperanza amarga y en temor
al gran Héctor Priámida llora.
El treno estridente grave resuena.
Ni un alma
queda en Troya no doliente,
que el recuerdo de Héctor olvide.
Mas es vano, inútil
el mucho
lamento en una ciudad atormentada;
sordo es el adverso destino.
Detestando Príamo lo inútil,
oro
saca del tesoro; agrega marmitas,
tapices, y mantos; y también
túnicas, trípodes, una cantidad espléndida
de peplos,
y todo lo que apropiado juzga,
y sobre su carro lo carga.
Quiere con rescate del terrible
enemigo
recuperar el cuerpo de su hijo,
y con augustas exequias honrarlo.
Sale en la noche silenciosa.
Habla
poco. Por único pensamiento ahora tiene
veloz, veloz que corra su carruaje.
Tenebroso extiéndese el camino.
Lúgubre
gime el viento y se lamenta.
Grazna a lo lejos un ominoso cuervo.
Aquí, el aullido de un perro se escucha;
allí,
cual susurro una liebre de rápidos pies cruza.
El rey azota, azota los caballos.
Sombras de la llanura despiértanse
siniestras,
y se preguntan por qué con tanta prisa
vuela el Dardánida hacia los navíos
de argivos asesinos, y de aqueos
funestos.
Pero el rey a esas cosas no atiende;
basta que su carro veloz, veloz corra.


ÍTACA

Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.

Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con qué alegría, con qué gozo
arribes a puertos nunca antes vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuántos más perfumes sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.

Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.

Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.

26.1.11

Paul Éluard

Nosotros dos teniéndonos de las manos
y en cualquier lado nos creemos en nuestro hogar
bajo el árbol tierno bajo el cielo negro
bajo todos los techos cerca del fuego
en la calle vacía a pleno sol
en los vagos ojos de la multitud
al lado de los cuerdos y de los locos
mezclados con los niños y con los grandes
somos nosotros mismos la evidencia
los que se aman se creen siempre en nuestro hogar.



He cerrado los ojos para no ver nada
He cerrado los ojos para no llorar
Por no verte.
Dónde estan tus manos las manos de la caricia
Donde estan tus ojos la voluntad del día
Tú perdido todo ya no estás aquí
Para iluminar la memoria de las noches.
Yo perdido todo solo me veo vivir.



Viaje del silencio
Desde mis manos a tus ojos
Y entre tus cabellos
Donde unas doncellas de mimbre
Se adosan al sol
Mueven los labios
Y dejan a la sombra de cuatro hojas
Alcanzar su cálido corazón de sueño.



Nuestros ojos intercambian su luz
Su luz y el silencio
Hasta no reconocerse
Hasta sobrevivir a la ausencia.



Bocas ávidas de los colores
Y de los besos que las dibujan
Llama hoja agua sensible
Un ala las mantiene en su palma
Una risa les derriba.



Se inclina sobre mí
Corazón ignorante
Para ver si la amo
Confía olvida
Bajo las nubes de sus párpados
Su cabeza se duerme en mis manos
Donde estamos
Juntos inseparables
Vivientes vivos
Vivientes viviendo
Y mi cabeza rueda en sus sueños.

20.1.11

César Vallejo

LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

10.1.11

Generaciones de niños lloran a María Elena Walsh

Falleció María Elena Walsh, poetisa argentina de prolífico calado en el imaginario argentino. Autora de decenas de canciones que con inocentes letras, llenas de elegante humor, acompañaron el crecimiento de niños a lo largo de década.

La poetisa había nacido el 1 de febrero de 1930, y ya desde adolescente asomaba como una saliente pluma. En 1948 publicó por primera vez en la histórica revista “Sur”, y compiló su novel obra en “Otoño imperdonable”. Impulsada por el español Juan Ramón Jiménez, viajó con él a Estados Unidos. Luego volvió a su país, vivió en Francia, y regresó a la Argentina para en los 50’ ingresar definitivamente en los pergaminos de la literatura latinoamericana como una artista que supo comunicarse con los niños y encantarlos con su música y poesía.

“Manuelita”, “El país de nomeacuerdo”, “El reino del revés”, son clásicos de la literatura infantil que en forma de libro, canción, u obra de teatro constituyen un pilar de la cultura argentina contemporánea. Entre su obra se cuentan 40 libros infantiles y más de 20 discos.

Pero Walsh no sólo se destacó por su cancionero infantil, sino que también será siempre recordada por la composición “La Cigarra”, contundente metáfora de la Argentina de los 70. “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí, resucitando. Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal porque me mató tan mal, y seguí cantando”, escribía aquella vez en palabras que quedaron grabadas para siempre en el corazón sudamericano.

En “Serenata para la tierra de uno”, Walsh también habla a las entrañas de los argentinos: “Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy, por todo y a pesar de todo, mi amor, yo quiero vivir en vos”.

En febrero de 2010 había sido distinguida en España con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, por el Consejo de Ministros. Otros reconocimientos la acompañaron en sus últimos años, pero quizá el mayor de ellos sea el que generaciones de argentinos hayan crecido con sus disparatadas palabras y madurado con su sutil ironía.

Los argentinos y seguidores de su obra podrán reabrir estén donde estén la puerta de la nostalgia para viajar a Pehuajo con Manuelita, y buscar a la naranja que se pasea y la reina batata en el reino del revés, donde un año dura un mes.

Fuente: cope.es

26.12.10

Cesare Pavese


Mujeres apasionadas

Las muchachas bajan al agua en el crepúsculo,
cuando el mar se desvanece, extendido. En el bosque
toda hoja se estremece, mientras emergen cautas
sobre la arena y se sientan a la orilla. La espuma
hace sus juegos inquietos, junto al agua remota.

Las muchachas tienen miedo de las algas hundidas
bajo las olas, que agarran las piernas y los hombros
del cuerpo, tan desnudo. Vuelven rápidas a la orilla
y se llaman por el nombre, mirando alrededor.
También las sombras del fondo del mar, en lo oscuro,
son enormes y se las ve moverse inciertas,
como atraídas por los cuerpos que pasan. El bosque
es un refugio más tranquilo, en el sol menguante,
que el arenal, pero les gusta a las oscuras muchachas
sentarse al raso, en la sábana recogida.

Se acurrucan todas, apretando la sábana
a las piernas, y contemplan el mar extendido
como un prado en el crepúsculo. ¿Alguna osaría
tenderse ahora desnuda en un prado? Del mar
saltarían las algas, que rozan los pies,
para asir y anudarse al cuerpo tembloroso.
Hay ojos en el mar, que a veces vislumbran.

Aquella extranjera, desconocida, que nadaba de noche
sola y desnuda, en la sombra cuando cambia la luna,
desapareció una noche y ya no vuelve nunca.
Era grande y debía ser blanca y deslumbrante
para que los ojos, desde el fondo del mar, la alcanzaran.

13.12.10

Paul Celan

Fuga de la muerte
Negra leche del alba la bebemos al atardecer
la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus
mastines
silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra
ordena tocad para la danza

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos en la mañana y al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita cavamos una tumba en el aire no
se yace estrechamente en él
Grita cavad unos la tierra más profunda y los otros cantad sonad
empuña el hierro en la cintura lo blande sus ojos son azules
cavad unos más hondo con las palas y los otros tocad para la
danza

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y la mañana y al atardecer
bebemos y bebemos
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita él juega con las serpientes
Grita sonad más dulcemente la muerte la muerte es un maestro
venido de Alemania
grita sonad con más tristeza sombríos violines y subiréis como
humo en el aire
y tendréis una tumba en las nubes no se yace estrechamente allí

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de
Alemania
te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules
te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
azuza contra nosotros sus mastines nos sepulta en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro venido
de Alemania
tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita

-Versión de José Ángel Valente-

___


OÍ decir
Oí decir que en el agua
hay una piedra y un círculo
y sobre el agua una palabra,
que pone el círculo en torno a la piedra.

Yo miré mi álamo descender hacia el agua,
miré cómo su brazo se alargó hacia la hondura,
miré sus raíces vualtas al cielo implorando noche.

Yo no corrí tras ellas,
sólo recogí del suelo esa migaja
que tiene de tu ojo la figura y la nobleza,
te quité del cuello la cadena de los dichos
y con ella adorné la mesa donde yace la migaja.

Y ya no vi más a mi álamo.

-Versión de Pablo Oyarzun-

11.12.10

Carlos Gardel y la lírica

Se ha escrito mucho sobre Carlos Gardel. Su obra artística y su vida han dado elementos para la reflexión a lo largo del tiempo de todo tipo de especialistas. Sin embargo, el presente trabajo pretende desarrollar una faceta poco conocida del artista: la de su afición por la lírica.

Los comienzos: desde utilero hasta comparsa

El siglo XX despuntaba. Por entonces, Luis Ghiglione —viejo hombre de teatro que tenía en sus espaldas la administración del Buckingham Palace y el San Martín— había comenzado a constituir una “trouppe de alentadores de artistas”: la famosa “claque”.

Carlos, como tantos muchachos, soñaba con triunfar en escena. De este modo conoció a Gighlione “Patasanta” (apodo que se había ganado literalmente a las patadas, pues tal era el método que empleaba para imponerse entre sus dirigidos).

Gighlione también era el encargado de seleccionar a los “comparsas” (aquellos que no tenían parlamento en las obras, y cumplían una función de multitud). El pago consistía en dinero para sus tres o cuatro hombres de confianza, y entradas para el resto. De este modo y merced a la gestión de “Patasanta”, Carlos debutó en la zarzuela “Gigantes y Cabezudos” (Fernández Caballero y de Echegaray), título que hacía referencia a una antigua tradición española, en la que parroquianos se disfrazaban con enormes cabezas y perseguían a los niños por las calles, siendo a su vez burlados por aquellos.

Tiempo después el muchacho ingresó al teatro Victoria para trabajar como utilero. Uno de los artistas que escucharía en dicho escenario fue el barítono Emilio Sagi Barba, quien había llegado a la Argentina en 1895 con la intención de triunfar en la ópera, y que por contingencias de la vida se abocaría a la zarzuela.

Carlos aprendería mucho de Sagi, tanto de espectador, como luego en forma más directa cuando el español, enterado de su afición por el canto, le explicó algunos recursos técnicos con respecto a la respiración e impostación.

En los grandes escenarios

La ópera cuenta en la Argentina con larga tradición, inaugurada en 1824 con El barbero de Sevilla, de Gioacchino Rossini. Hacia mediados del siglo XIX comenzaría el auge del género, impulsado por la visita de rutilantes artistas europeos y la apertura de varios teatros (el Nacional, el Politeama y el Coliseo Argentino, entre otros). La programación estaba constituida básicamente por repertorio italiano, con algunas inclusiones de ópera francesa y germana.

Gardel lograría ingresar en el Teatro de la Ópera el cual, junto al Teatro Colón, disputaría durante todo ese período el privilegio de ser considerado el ámbito lírico más importante de Buenos Aires.

En el Ópera tendría una nueva oportunidad de estar en un escenario, todavía como comparsa. Su capacidad vocal comenzó, en cambio, a destacarse en bastidores. “Para los muchachos del teatro imitaba a todos, desde el tenor al bajo, desde la soprano a la contralto”, recordó en alguna entrevista. Entre sus imitaciones se destacaban las de Titta Ruffo y Enrico Caruso, dos de los máximos exponentes del arte lírico por entonces.

Varias leyendas se han construido a partir de estas declaraciones, que incluyen desde lecciones de canto hasta dúos improvisados. Lo que sí resulta innegable es que Carlos departió con los dos. A Caruso le conoció en 1915, en un viaje en barco; y Ruffo concurrió en los ´20 a varias presentaciones del dúo Gardel-Razzano.

En los años venideros, las amistades líricas de Gardel serán numerosas: el italiano Tito Schipa sería uno de ellos, así como el tenor uruguayo Di Giuli, el catalán Miguel Fleta* y tantos otros.

Asimismo, su concurrencia a los teatros líricos sería asidua, como recordaba Antonio Sumaje, quien fuera chofer del cantor: «Cuando estaba en Buenos Aires yo solía acompañarlo, y ocupaba siempre un asiento en la tertulia. ¿Que a sus admiradores les extrañará saber que el autor de “El día que me quieras” era devoto de las óperas o los ballets? Posiblemente. Pero no por eso deja de ser cierto. Pero hubiera sido el primer disgustado si eso hubiese sido conocido y comentado, porque podría haberse supuesto que era una pose».

Como conclusión final podemos decir que, si bien Gardel nunca incursionó profesionalmente en la lírica, el amor que profesó por el género le dejó una importante huella. Lejos de quedarse con el artificio lírico que provoca asombro y aplauso, lo que el cantor tomó del “bel canto” fueron los elementos para construir un bagaje interpretativo rico en matices. Sentando, de paso, las bases de la que sería la forma moderna de cantar el tango.

* Nota de la dirección: El tenor Miguel Burro Fleta no era catalán, sino aragonés. Nació en Albalate de Cinca, provincia de Huesca (España), el día 1 de diciembre de 1897. Agradecemos la corrección a nuestro lector Gregorio López.

Bibliografía
Barsky, J. y O.: Gardel la biografía, Editorial Taurus, Buenos Aires: 2004.
Del Greco, O.: Gardel y los autores de sus canciones, Akian Ediciones, Buenos Aires: 1990
Tucci, T.: Gardel en Nueva York, Webb Press, Nueva York: 1969
Varela, A.: “La vida de Carlos Gardel contada por su chofer”, en revista Aquí Está, marzo, Buenos Aires: 1944


Gardel y la lírica - Julián Barsky

1.12.10

Responso a Verlaine

Padre y maestro mágico, liróforo celeste
que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
diste tu acento encantador;
¡Panida! Pan tú mismo, con coros condujiste
hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
¡al son del sistro y del tambor!

Que tu sepulcro cubra de flores Primavera,
que se humedezca el áspero hocico de la fiera
de amor si pasa por allí;
que el fúnebre recinto visite Pan bicorne;
que de sangrientas rosas el fresco abril te adorne
y de claveles de rubí.

Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo,
ahuyenten la negrura del pájaro protervo
el dulce canto de cristal
que Filomela vierta sobre tus tristes huesos,
o la armonía dulce de risas y de besos
de culto oculto y florestal.

Que púberes canéforas te ofrenden el acanto,
que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto,
sino rocío, vino, miel:
que el pámpano allí brote, las flores de Citeres,
¡y que se escuchen vagos suspiros de mujeres
bajo un simbólico laurel!

Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya,
en amorosos días, como en Virgilio, ensaya,
tu nombre ponga en la canción;
y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche
con ansias y temores entre las linfas luche,
llena de miedo y de pasión.

De noche, en la montaña, en la negra montaña
de las Visiones, pase gigante sombra extraña,
sombra de un Sátiro espectral;
que ella al centauro adusto con su grandeza asuste;
de una extrahumana flauta la melodía ajuste
a la armonía sideral.

Y huya el tropel equino por la montaña vasta;
tu rostro de ultratumba bañe la Luna casta
de compasiva y blanca luz;
y el Sátiro contemple sobre un lejano monte
una cruz que se eleve cubriendo el horizonte
¡y un resplandor sobre la cruz!


Rubén Darío

29.11.10

LÊDO IVO - Poemas


LAS NECESIDADES

Una puerta cerrada no es suficiente para que un hombre
esconda su amor. También necesita una puerta abierta
para poder partir y perderse entre la multitud cuando ese amor estalle
como un barril de pólvora en el arsenal alcanzado por el rayo.
No basta un techo para que un hombre se proteja
del calor y de la tempestad. Para huir del relámpago,
cuando la lluvia cae en el silencio del mundo
abierto como una fruta entre dos estruendos,
él necesita un cuerpo tendido sobre la cama,
un cuerpo al alcance de su mano
todavía temerosa de avanzar en la oscuridad.
En la noche que declina, en el día que nace,
el hombre necesita de todo: del amor y del rayo.



MI PATRIA

Mi patria no es la lengua portuguesa.
Ninguna lengua es una patria.
Mi patria es la tierra tierna y untuosa donde nací
y el viento que sopla en Maceió.
Son los cangrejos que corren en el lodo de los manglares
y el océano cuyas olas continúan mojando mis pies cuando sueño.
Mi patria son los murciélagos colgados de la techumbre de las iglesias carcomidas,
los locos que danzan al atardecer en el hospicio junto al mar,
y el cielo encorvado por las constelaciones.
Mi patria son las bocinas de los navíos
y el faro en lo alto de la colina.
Mi patria es la mano del mendigo en la mañana radiante.
Son los astilleros podridos
y los cementerios marinos donde mis ancestros tuberculosos y palúdicos no paran de toser y temblar en las noches frías
y la fragancia del azúcar en los almacenes portuarios
y las tencas que se debaten en las redes de los pescadores
y las ristras de cebolla enroscadas en la tiniebla
y la lluvia que cae sobre los corrales de peces.
La lengua de que me valgo no es ni nunca ha sido mi patria.
Ninguna lengua engañosa es una patria.
Tan sólo sirve para que celebre mi gran y pobre patria muda,
mi patria disentérica y desdentada, sin gramática y sin diccionario,
mi patria sin lengua y sin palabras.

24.11.10

Malú Urriola - Poemas

Hace tanto tiempo, querida amiga
acá los poetas mienten
y tus ojos son ya
un par de gorriones que se fornican
no sé dónde
reniego de la poesía
y todas estas vanalidades
la mistral ha muerto
lihn ha muerto
sólo quedamos los necios.
Recuerdas cuando nos emborrachamos
amparadas por una chimenea medio loca
tú, estás allá ahora, recordándolo todo
con un suave dejo de melancolía
la puta melancolía que has guardado
largo tiempo en el anonimato
y un sol turístico cae
sobre tu rimbombante isla en el Mediterráneo
mientras acá el sol pega
sobre cientos de cabezas hastiadas.
Ah, querida mía
los seres somos tan maleables
de ahí la distorsión a la que Hugo
intentó someter el alejandrino.

(de Piedras Rodantes)



EL CEMENTO

Me perdí en Buenos Aires, ebria, me hallaron enun Bunker,
bailando en medio de travestis, un hombre pensóque yo era
un muchacho, salimos a la calle a tomar unas cervezas, me
habló de su amado por horas, me dijo que lo golpeaba, que
cuando quiso matarlo él le besó su trasero, luego habló de unas
luces que ve al cruzar la calle de San Telmo, un viejo barco que
lo llevó una noche a un extraño lugar.
Deslizó su mano hasta tocar la mía.

nos parecíamos a una breve imagen del abandono.

(de Dame tu sucio amor)



Cuando quedo a solas, en la oscuridad de este apartamento,
la silueta de una mujer cuelga del cuello, ya no puedohacer lo
que me pides, no puedo escupir aquello que mi locura ha
abandonado.

Cógeme del pelo, no evitarás que estrelle la cabeza contra la
muralla, éste es el único y regio fin del estrellato, estrellar la
propia estrella, raspar las cáscaras de la pared con la boca, no
puedes perderte esto ...

No puedes dejar de ver el fondo de este pozo.

(de Dame tu sucio amor)



Santiago en ruinas
abril de 1992

No necesito nada más esta
noche, no quiero oír viejas
anécdotas de poetas. No sé
si veré el futuro, si al
menos lo veré pasar por
estos ojos.
Espero en la única gloria
de los castrados
Me abandonaré al silencio
como un criminal abandona
las armas y el placer
de la sangre.

(de Dame tu sucio amor)

21.11.10

Pájaro Azul de Charles Bukowski

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo
quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo,
¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.

le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?


Versión de Rafael Díaz Borbón

19.11.10

CONRIMEL. Encuentro Latinoamericano de Mujeres Poetas en Santiago de Chile

CON RIMEL: Es un Encuentro Latinoamericano de Mujeres Poetas, que presenta la propuesta de escritura de destacadas poetas y editoras latinoamericanas y chilenas, de gran relevancia en sus países desde espacios críticos y de creación, que se realizara entre el 17 y 20 de Noviembre en Santiago de Chile (17 y 18 de noviembre) y en Valparaíso (19 y 20 de noviembre). Entre las invitadas se encuentran: Carmen Berenguer (CHI), Eugenia Brito (CHI), Soledad Fariña (CHI), Nadia Prado (CHI), Rocio Ceron (MEX), Andrea Cote Botero (COL), Angélica Freitas (BRA), Nora Méndez (EL SALV), Roxana Crisólogo (PER), Marina Mariasch (ARG) y Cecilia Pavón (ARG) entre otras de Chile, Argentina, Brasil, Colombia, Paraguay, Venezuela, Perú, México, Bolivia, Cuba y El Salvador.

Se realizaran lecturas, muestra de publicaciones, mesas críticas y de conversación, sobre las nuevas formas y formatos de edición, desde las editoriales independientes (cartoneras, fanzines y plaquettes) en distintos países de Latinoamérica. Las actividades se llevaran a cabo en diversos lugares: Biblioteca de Santiago, Universidad de Chile-Programa de Género y Cultura Latinoamericana), Balmaceda Arte Joven (Sedes: Santiago y Valparaíso), Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Fundación Pablo Neruda (Casas Museo La Chascona y La Sebastiana) y lecturas en la cárcel de Valparaíso.

Además se quiere acercar la relación con el público joven a través de clínicas abiertas y talleres intensivos de poesía y de creación de libros artesanales, a cargo de las poetas invitadas y coordinados por Gladys González y Diego Ramírez, además de la exhibición de una feria de editoriales itinerante con las distintas propuestas de formatos de edición tanto latinoamericanas como chilenas que se generan en el continente.

Fuente: http://sol-negro.blogspot.com/

15.11.10

Gabriela Mistral

ÉXTASIS

Ahora, Cristo, bájame los párpados,
pon en la boca escarcha,
que están de sobra ya todas las horas
y fueron dichas todas las palabras.

Me miró, nos miramos en silencio
mucho tiempo, clavadas,
como en la muerte, las pupilas. Todo
el estupor que blanquea las caras
en la agonía, albeaba nuestros rostros.
¡Tras de ese instante, ya no resta nadar!

Me habló convulsamente;
le hablé, rotas, cortadas
de plenitud, tribulación y angustia,
las confusas palabras.
Le hablé de su destino y mi destino,
amasijo fatal de sangre y lágrimas.

Después de esto ¡lo sé! no queda nada!
¡Nada! Ningún perfume que no sea
diluido al rodar sobre mi cara.

Mi oído está cerrado,
mi boca está sellada.
¡Qué va a tener razón de ser ahora
para mis ojos en la tierra pálida!
¡ni las rosas sangrientas
ni las nieves calladas!

Por eso es que te pido,
Cristo, al que no clamé de hambre angustiada:
¡ahora, para mis pulsos,
y mis párpados baja!

Defiéndeme del viento
la carne en que rodaron sus palabras;
líbrame de la luz brutal del día
que ya viene, esta imagen.
Recíbeme, voy plena,
¡tan plena voy como tierra inundada!
ÍNTIMA

Tú no oprimas mis manos.
Llegará el duradero
tiempo de reposar con mucho polvo
y sombra en los entretejidos dedos.

Y dirías: -"No puedo
amarla, porque ya se desgranaron
como mieses sus dedos"-

Tú no beses mi boca.
Vendrá el instante lleno
de luz menguada, en que estaré sin labios
sobre un mojado suelo.

Y dirías: -"La amé, pero no puedo
amarla más, ahora que no aspira
el olor de retamas de mi beso.

Y me angustiara oyéndote,
y hablaras loco y ciego,
que mi mano será sobre tu frente
cuando rompan mis dedos,
y bajará sobre tu cara llena
de ansia mi aliento.

No me toques, por tanto. Mentiría
al decir que te entrego
mi amor en estos brazos extendidos,
en mi boca, en mi cuello,
y tú, al creer que lo bebiste todo,
te engañarías como un niño ciego.

Porque mi amor no es solo esta gavilla
reacia y fatigada de mi cuerpo,
que tiembla entera al roce del cilicio
y que se me rezaga en todo vuelo.

Es lo que está en el beso, y no es el labio;
lo que rompe la voz, y no es el pecho:
¡es un viento de Dios, que pasa hendiéndome
el gajo de las carnes, volandero!

LA FLOR DEL AIRE

Yo la encontré por mi destino,
de pie a mitad de la pradera,
gobernadora del que pase,
del que le hable y que la vea.

Y ella me dijo: "Sube al monte.
Yo nunca dejo la pradera,
y me cortas las flores blancas
como nieves, duras y tiernas."

Me subí a la ácida montaña,
busqué las flores donde albean,
entre las rocas existiendo
medio dormidas y despiertas.

Cuando bajé, con carga mía,
la hallé a mitad de la pradera,
y fui cubriéndola frenética,
con un torrente de azucenas.

Y sin mirarse la blancura,
ella me dijo: "Tú acarrea
ahora sólo flores rojas.
Yo no puedo pasar la pradera."

Trepe las penas con el venado,
y busqué flores de demencia,
las que rojean y parecen
que de rojez vivan y mueran.

LA MUJER FUERTE

Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosia
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.

Alzaba en la taberna, honda la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano, serena.

Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par de maravilla y llanto.

Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra con mi canto!

VOLVERLO A VER

¿Y nunca, nunca más, ni en noches llenas
de temblor de astros, ni en las alboradas
vírgenes, ni en las tardes inmoladas?

¿Al margen de ningún sendero pálido,
que ciñe el campo, al margen de ninguna
fontana trémula, blanca de luna?

¿Bajo las trenzaduras de la selva,
donde llamándolo me ha anochecido,
ni en la gruta que vuelve mi alarido?

¡Oh, no! ¡Volverlo a ver, no importa dónde,
en remansos de cielo o en vórtice hervidor,
bajo unas lunas plácidas o en un cárdeno horror!

¡Y ser con él todas las primaveras
y los inviernos, en un angustiado
nudo, en torno a su cuello ensangrentado!

CREO EN MI CORAZÓN

Creo en mi corazón, ramo de aromas
que mi Señor como una fronda agita,
perfumando de amor toda la vida
y haciéndola bendita.

Creo en mi corazón, el que no pide
nada porque es capaz del sumo ensueño
y abraza en el ensueño lo creado:
¡inmenso dueño!

Creo en mi corazón, que cuando canta
hunde en el Dios profundo el franco herido,
para subir de la piscina viva
recién nacido

Creo en mi corazón, el que tremola
porque lo hizo el que turbó los mares,
y en el que da la Vida orquestaciones
como de pleamares.

Creo en mi corazón, el que yo exprimo
para teñir el lienzo de la vida
de rojez o palor y que le ha hecho
veste encendida.

Creo en mi corazón, el que en la siembra
por el surco sin fin fue acrecentando.
Creo en mi corazón, siempre vertido,
pero nunca vaciado.

Creo en mi corazón, en que el gusano
no ha de morder, pues mellará a la muerte;
creo en mi corazón, el reclinado
en el pecho de Dios terrible y fuerte.

DESVELADA

Como soy reina y fui mendiga, ahora
vivo en puro temblor de que me dejes,
y te pregunto, pálida, a cada hora:
«¿Estás conmigo aún? ¡Ay, no te alejes!»

Quisiera hacer las marchas sonriendo
y confiando ahora que has venido;
pero hasta en el dormir estoy temiendo
y pregunto entre sueños: «¿No te has ido?»

BALADA

El pasó con otra;
yo le vi pasar.
Siempre dulce el viento
y el camino en paz.
¡Y estos ojos míseros
le vieron pasar!

Él va amando a otra
por la tierra en flor.
Ha abierto el espino;
pasa una canción.
¡Y él va amando a otra
por la tierra en flor!

El besó a la otra
a orillas del mar;
resbaló en las olas
la luna de azahar.
¡Y no untó mi sangre
la extensión del mar!
El irá con otra
por la eternidad.
Habrá cielos dulces.
(Dios quiere callar)
Y el irá con otra
por la eternidad!

12.11.10

Miguel Hernández

Este sábado 30 de octubre se conmemoró el centenario del nacimiento de Miguel Hernández. La poesía del de Orihuela es imprescindible para comprender la literatura española del siglo XX, especialmente entre la generación del 27 y del 36. Como otros tantos intelectuales de la época, Miguel vivió de cerca el mundo de la tauromaquia y situó al toro como uno de los ejes de su poesía, para expresar la tragedia y la gloria de la existencia humana. Pero también como una metáfora de la España de su época, donde el toro representa los valores del hombre, tal y como se puede apreciar en varias de sus obras.

Lo que muchos no saben es que la figura de Miguel Hernández fue imprescindible para la publicación del Cossío, obra taurina por excelencia. Su relación con José María nació en 1935, y se cimentó en el amor de ambos por la literatura y por la tauromaquia. Tanto, que a partir de ese año Miguel comenzó a trabajar como secretario de Cossío, quien se encargó de buscarle trabajo en la editorial Espasa Calpe. El poeta oriolano se encargaba de buscar información de toreros, toros, plazas y corridas, para elaborar posteriormente la biografía de los toreros ‘habidos y por haber', según sus propias palabras.

Un trabajo que Miguel Hernández compaginó con su gran pasión, la poesía. Especialmente significante es El rayo que no cesa, donde el poeta sitúa la tragedia humana de la existencia en el hombre enamorado, fusionando la muerte y la vida. Aquí el toro sirve para unir ambos conceptos donde, como apunta el crítico Pablo Corbalán, "al recurrir al toro como símbolo, Miguel Hernández reconoce en él una concentración de características, debilidades y valores que lo convierten en ser representativo de todo cuanto él siente, desea y soporta".

Las referencias taurinas en la literatura de Miguel Hernández no están limitadas exclusivamente en la poesía, sino también en el teatro. Como ejemplo, El torero más valiente, una obra inédita hasta 1986 inspirada en la muerte de Ignacio Sánchez Mejía y dedicada a José Bergamín, que también es un personaje dentro del libro.

La relación del genial poeta con Cossío trascendió lo puramente personal. Tanto que en 1940 José María logró que la dictadura franquista le conmutaran la pena de muerte por la de treinta años de cárcel. Fue en el reformatorio de Adultos de Alicante donde padeció bronquitis, tifus y tuberculosis. El 28 de marzo de 1942, fallecía con tan sólo 31 años.

En una época en la que el toreo es atacado por diferentes vertientes y en un año donde la Fiesta ha sido prohibida en Cataluña, conviene rescatar la poesía de Miguel Hernández como un ejemplo de los valores de la tauromaquia y de la libertad.

Como el toro he nacido para el luto

Como el toro he nacido para el luto y el dolor,
como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.

Miguel Hernández

6.11.10

Violeta Parra


Run Run se fue pa’l norte

En un carro de olvido, antes de aclarar,
de una estación del tiempo, decidido a rodar
Run Run se fue pa'l Norte, no sé cuándo vendrá.
Vendrá para el cumpleaños de nuestra soledad.

A los tres días, carta con letra de coral,
me dice que su viaje se alarga más y más,
se va de Antofagasta sin dar una señal,
y cuenta una aventura que paso a deletrear
Ay ay ay de mí.

Al medio de un gentío que tuvo que afrontar,
un trasbordo por culpa del último huracán,
en un puerto quebrado cerca de Vallenar,
con una cruz al hombro Run Run debió cruzar.

Run Run siguió su viaje, llegó al Tamarugal.
Sentado en una piedra se puso a divagar,
que si esto que lo otro, que nunca que además,
que la vida es mentira, que la muerte es verdad.
Ay ay ay de mí.

La cosa es que una alforja se puso a trajinar,
sacó papel y tinta, un recuerdo quizás,
sin pena ni alegría, sin gloria ni piedad,
sin rabia ni amargura, sin hiel ni libertad.

Vacía como el hueco del mundo terrenal,
Run Run mandó su carta por mandarla no más.
Run Run se fue pa'l Norte, yo me quedé en el Sur,
al medio hay un abismo sin música ni luz.
Ay ay ay de mí.

El calendario afloja por las ruedas del tren,
los números del año sobre el filo del riel.
Más vueltas dan los fierros, más nubes en el mes,
más largos son los rieles, más agrio es el después.

Run-Run se fue pa'l Norte, qué le vamos a hacer,
así es la vida entonces, espinas de Israel,
amor crucificado, corona del desdén,
los clavos del martirio, el vinagre y la hiel.
Ay ay ay de mí.


Maldigo del alto cielo

Maldigo del alto cielo la estrella con su reflejo,
maldigo los azulejos, destellos del arroyuelo,
maldigo del bajo suelo la piedra con su contorno,
maldigo el fuego del horno porque mi alma está de luto,
maldigo los estatutos del tiempo con sus bochornos,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo la cordillera de los Andes y La Costa,
maldigo, señor, la angosta y larga faja de tierra,
también la paz y la guerra, lo franco y lo veleidoso,
maldigo lo perfumoso porque mi anhelo está muerto,
maldigo todo lo cierto y lo falso con lo dudoso,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo la primavera con sus jardines en flor
y del otoño el color, yo lo maldigo de veras;
a la nube pasajera la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto. Maldigo el invierno entero
con el verano embustero, maldigo profano y santo,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo a la solitaria figura de la bandera,
maldigo cualquier emblema, la Venus y la Araucaria,
el trino de la canaria, el cosmos y sus planetas,
la tierra y todas sus grietas porque me aqueja un pesar,
maldigo del ancho mar sus puertos y sus caletas,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo luna y paisaje, los valles y los desiertos,
maldigo muerto por muerto y el vivo de rey a paje,
el ave con su plumaje, yo la maldigo a porfía,
las aulas, las sacristías porque me aflige un dolor,
maldigo el vocablo amor con toda su porquería,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo por fin lo blanco, lo negro con lo amarillo,
obispos y monaguillos, ministros y predicandos
yo los maldigo llorando; lo libre y lo prisionero,
lo dulce y lo pendenciero, le pongo mi maldición
en griego y en español por culpa de un traicionero,
¡cuánto será mi dolor!

28.10.10

Orpheu

De más en más, lo que el crítico debe distinguir, con curioso cuidado, es lo confuso de lo complejo. No debe caer en ese error craso, vulgar en aquellos que procuran seguir a los clásicos, sin haber comprendido suficientemente el espíritu de su Obra, que consiste en creer que el estilo simple es el mejor de todos, lo que es cierto, pero sin reparar en que no hay solo un estilo simple, sino varios; que la simplicidad no es una, sino de diversas especies.

Hay, por cierto, un modo simple de decir las cosas; pero si esas cosas fueren, por su naturaleza, complejas, no han de ser dichas de tal manera que una simplicidad de expresión las vuelva simples, puesto que, si son complejas, hacerlas parecer simples es expresarlas mal. El espíritu de un Dante o de un Shakespeare, porque han heredado siglos de acumulaciones cristianas, tiene otra complejidad que no la tiene el espíritu de un Homero, o incluso de un Virgilio. Lo que el crítico sagaz exige de un Dante o de un Shakespeare no es que escriban con la simplicidad de un Homero o de un Virgilio, pero sí que escriban expresándose con la claridad que quepa a aquellas cosas que piensan.

La simplicidad, además de ser diversa conforme los individuos, comporta, aparte de esto, diversos aspectos absolutos. Una cosa puede ser expresada simplemente, por la razón de que su naturaleza es simple; puede ser expresada simplemente porque sea traducida directamente como es sentida, sin que se procure ajustarla a cualquier ideal de estética extraño a la cosa sentida; y puede ser expresada simplemente por ser sujetada a un tal criterio estético, a un criterio estético que imponga la preocupación de la simplicidad.

Sucede que, si algún pecado pesa sobre los literatos de Orpheu, es el de expresarse con demasiada simplicidad. Relatan una cosa tal cual la sienten, sin buscar ajustarla a la comprensión de los otros, ni subordinarla a cualquier criterio estético. Cuando el señor Sá-Carneiro dice que “siente los colores en otras direcciones”, peca, si peca, de una excesiva simplicidad. No se le ocurriría decir que siente los colores en otras direcciones si efectivamente –tal vez por algún desorden de los sentidos, lo que concedo pueda ser– no sintiese así los colores, por una transmutación sensional exquisita. Y aunque no los sienta así, sino sólo imagine que los sienta, tiene el derecho de artista de imaginar lo que no es, que no es otro que el derecho que tiene Shakespeare de crear un Hamlet que no existe, ni otro es el derecho fundamental de los artistas.

Fernando Pessoa: Comienzo en este momento, etc.

Aquí, sin embargo, la frase es de una simplicidad calva. Lo complejo es el sentimiento expresado.

Cuando el Señor Alfredo Pedro Guisado dice “Dios, largo muelle en mí”, yo lo comprendo perfectamente, y creo que lo comprenderá la criatura que se hubiera dado al trabajo de estudiar las literaturas antiguas y las modernas, estudiando, con mano diurna y nocturna, las páginas diferentes de cuantos poetas han ornado con su dolorosa gloria las paredes desnudas de este triste mundo. “Dios, largo muelle en mí” es una sensación directa, de origen imaginativo, sin duda.
Lo necesario es compenetrarnos en que, en la lectura de todos los libros, debemos seguir al autor y no pretender que él nos siga a nosotros. La mayor parte de la gente no sabe leer, y llama [leer] a adaptar a sí misma lo que el autor escribe, cuando, para el hombre culto, comprender lo que se lee es, al contrario, adaptarse a lo que el autor escribió. Poca gente sabe leer, los eruditos, propiamente tales, menos que nadie. Como demostré en el primer folleto, los eruditos no tienen cultura.

Debo mi comprensión de los literatos de Orpheu a una lectura constante sobre todo de los griegos, que habilita a quien los sepa leer a no asombrarse de cosa ninguna. Desde la Grecia Antigua se ve el mundo entero, el pasado como el futuro, a tal altura emerge, de las menores cumbres de las otras civilizaciones, su alto pináculo de gloria creadora.


[texto dactilografiado, tal vez 1915]
Antonio Mora

25.10.10

La mujer vestida de mar, Alfonsina Storni

Unos amigos españoles cantaban días atrás una canción sobre Alfonsina. Y lo hacían con mucho sentimiento, como suele decirse, porque la metáfora acerca de “te vas, Alfonsina, vestida de mar,” les pegaba fuerte -decían ellos- como intuyendo quizás uno de los tantos dramas anónimos.

En su calidad de extranjeros, desconocían que la Alfonsina de la canción era una de nuestras poetisas más románticas y combativas, feminista impenitente sin perder jamás su feminidad; quien se suicidó a los cuarenta y seis años en Mar del Plata, para morir, como sus heroínas, sumergida entre las olas del mar y no víctima del cáncer que la corroía.

Esta poetisa argentina fue amada hasta el paroxismo por todas las adolescentes de la década de los sesenta, ya que, en la cosmopolita y europeizada Buenos Aires, las chicas leían casi a escondidas en su casa o en grupo de la escuela secundaria cruzándose miradas de complicidad los textos referidos a "Los mejores poemas de amor" o "Los mejores poemas eróticos" (García Lorca, con su casada infiel, o José Asunción Silvia con su “eran una sola sombra larga”, Rubén Darío, Sor Juana Inés de la Cruz y tantos otros.... y lo de Alfonsina con aquel “Tu me quieres blanca”.... era lo máximo para aquellas mentes ingenuas de la época). A pesar de la significación y trascendencia de esa década, que significó una inflexión sociológica a nivel mundial, todavía las adolescentes de la clase media quedábamos impactadas con aquellas lecturas.

La producción literaria de Storni tiene la misma valentía que su vida, ya que algunos de sus más famosos poemas, cuyos contenidos sirvieron de reivindicación y de bandera a las mujeres de toda una época, aunque hoy estén pasados de moda, sirven como modelo de análisis de la sociedad de entonces. Y la fascinación que ha ejercido sobre los lectores sigue vigente. De ahí que Félix Luna y Ariel Ramírez hubieran creado esa canción tan bella llamada “Alfonsina y el mar”.

Alfonsina Storni era hija de suizos establecidos en la provincia de San Juan. Cuando regresan a Suiza por un breve período, nace en Sala Capriasca Alfonsina, en 1892. Cuando ella contaba cuatro años de edad, sus padres regresan a San Juan, Argentina, de dónde emergen sus primeros recuerdos.

Pasados escasos años, su padre se suicida y la vida familiar se empobrece y se desarrolla con grandes dificultades. Contando con solamente trece años, en un cuerpo que parece mayor, comienza a trabajar como actriz. Luego, abandona la actuación y estudia magisterio; se convierte así en una maestra rural que cosechá un gran éxito dentro de la comunidad provincial. Esto le permite relacionarse con revistas literarias donde comienza a publicar sus poemas.

En 1912, cuando cuenta con 20 años, se convierte en madre soltera y se instala en Buenos Aires. Alfonsina no se esconde y tampoco se avergüenza de sus circunstancias, lo que supone un claro desafío a la pacatería reinante en la sociedad de la época; sobre todo, porque la situación se vio agravada por el hecho de que el padre de la criatura era en ese momento un hombre casado. (Cuando años después, él quiso unir su vida a la de ella, fue rechazado, tal como de alguna manera lo deja entrever en su poema “El racimo inocente”).

La maternidad en soledad le impone deberes insoslayables y trabaja como cajera alternando su trabajo con sus colaboraciones en revistas. Más tarde, se emplea como Profesora en la prestigiosa Escuela Normal de Lenguas Vivas; todo ello sin dejar nunca de escribir y de vivir apasionados romances con grandes escritores del momento. Al parecer, Horacio Quiroga, el gran cuentista, cuya vida estuvo signada por la muerte, y transparentada a través de sus magníficas descripciones y cuentos desarrollados en Misiones, fue uno de ellos.

El éxito total le llega a los treinta y un años de vida, cuando la revista Nosotros, que lideraba la difusión de la nueva literatura argentina y pulsaba la opinión de los lectores, realizó una encuesta donde preguntaba acerca de quiénes eran los tres o cuatro poetas argentinos de más de treinta años, más respetados y admirados. Alfonsina es uno de los elegidos, y apenas había cumplido los treinta y uno. Tal reconocimiento se debió probablemente a que su libro Languidez, publicado en 1920, había obtenido dos prestigiosos premios: el primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo premio Nacional de Literatura. Desde entonces, su fama no cesará de acrecentarse.

Fue amiga y discípula de los más grandes poetas, artistas, escritores y pensadores de lengua castellana de la época, entre otros: Gabriela Mistral, Juana de Ibarborou, José Ingenieros, Amado Nervo, Emilio Centurión, Benito Quinquela Martín, Norah Lange, Leopoldo Marechal, Eduardo Mallea, Manuel Gálvez, Julio Herrera y Reissing, Rubén Darío u Horacio Quiroga. A este último, como dijimos, se le liga sentimentalmente a Alfonsina; el genial escritor estuvo marcado por el destino de sucesivos suicidios familiares, había partido a un rincón misionero con el afán de escribir, vivir y emprender un negocio en su paraíso propio. Al tiempo de su aventura amorosa con nuestra poetisa, Quiroga era ya un literato que había dado a luz sus mejores creaciones, como Cuentos de la Selva, Anaconda o El Desierto. Otro destacado intelectual que trabó amistad con Alfonsina fue Federico García Lorca, a quien había conocido en las famosas peñas celebradas en el “Café Tortoni” y a quien dedicó un bellísimo poema.

Durante años, esta mujer intervino en la lucha gremial de forma apasionada e intensa, y fue parte en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores.

En mayo de 1935, Alfonsina es operada de un cáncer de pecho. Al año siguiente, se suicida Horacio Quiroga, a quien ella le dedica un poema que resulta una profecía de su propio final: las almas melancólicas, por muy combativas que sean, siempre coquetean con la idea de la muerte y luego la ponen en acto.

El 23 de enero de 1938, Alfonsina recibe con gran alegría la invitación del Ministerio de Instrucción Pública del Uruguay para participar en un evento que la convocará junto a las otras dos grandes poetisas americanas del momento: Juana de Ibarborou y Gabriela Mistral. Meses después, aparecerían sus libros Mascarilla y Trébol y una Antología poética con los poemas preferidos por ella. La enfermedad la sumergió entre la incertidumbre y el miedo debido a la reincidencia del mal que la aquejaba.

Viaja a Mar del Plata el día 23 de octubre y en la madrugada del día 25, tal como la heroína de su exquisito poema Dolor, se hunde en el mar.

Cualquier lector puede reconstruir su vida a través de sus poemas sin necesidad de leer su biografía. En Dolor anticipa como le gustaría que fuera su muerte. En Duerme tranquilo, hallamos un irónico y dolido reproche investido de poesía al que fue el padre de su hijo. El Racimo Inocente relata el rechazo a este hombre cuando pasado muchos años quiso reparar el daño y casarse con ella, porque ya la protagonista ha vivido otros amores. En Presentimiento, hay una especie de profecía de lo que intuye durará su vida. En “Carta lírica a otra mujer” expresa sin envidia la suerte de ser la otra, la elegida, y no ella misma.“Tú me quieres blanca” muestra la recriminación a uno de sus amores, mujeriego contumaz, por el hecho de que para casarse buscara a una mujer virgen, como era de uso en esa época ( tan cercana y lejana al mismo tiempo de la nuestra). Así, al igual que Sor Juana, reprocha y ama, ama y reprocha, a esos hombres que la hacen sufrir. En fin, todos sus poemas hablan del amor, del dolor y de todas esas cosas...

Alfonsina Storni nunca se casó. A pesar de tantos amores, nadie la amó lo suficiente; además, sin sentir ella verdaderamente amor, no aceptaba tampoco el casamiento.

Su hijo, afamado médico marplatense, ha participado activamente en innumerables homenajes a su madre.

Cuando vayan a Mar del Plata, no dejen de ver, frente a la playa La Perla, el sitio donde la ciudad le rinde homenaje a esta mujer en una escultura de piedra, donde se la recuerda, vestida de espuma, hundiéndose en el mar.
_____

DULCE TORTURA

Polvo de oro en tus manos fue mi melancolía
sobre tus manos largas desparramé mi vida;
mis dulzuras quedaron a tus manos prendidas;
ahora soy un ánfora de perfumes vacía.

Cuánta dulce tortura quietamente sufrida
cuando, picada el alma de tristeza sombría,
sabedora de engaños, me pasaba los días
¡besando las dos manos que me ajaban la vida!


CARTA LÍRICA A OTRA MUJER

Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro
conozco yo, y os imagino blanca,
débil como los brotes iniciales,
pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina,
en vuestros ojos, placidez de lago
que se abandona al sol y dulcemente
le absorbe su oro mientras todo calla.

Y vuestras manos, finas, como aqueste
dolor, el mío, que se alarga, se alarga,
y luego se me muere y se concluye
así, como lo veis, en algún verso.

Ah, ¿sois así? Decidme si en la boca
tenéis un rumoroso colmenero,
si las orejas vuestras son a modo
de pétalos de rosa ahuecados...

Decidme si lloráis, humildemente,
mirando las estrellas tan lejanas
y si en las manos tibias se os duermen
palomas blancas y canarios de oro.

Porque todo eso y más, vos sois, sin duda
vos, que tenéis el hombre que adoraba
entre las manos dulces, vos la bella
que habéis matado, sin saberlo acaso,
toda esperanza en mí... Vos, su criatura.

Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma
estáis gustando del amor secreto
que guardé silencioso... Dios lo sabe
por qué, que yo no alcanzo a penetrarlo.

Os lo confieso que una vez estuvo
tan cerca de mi brazo, que a extenderlo
acaso mía aquella dicha vuestra
me fuera ahora... Sí, acaso mía...

Mas ved, estaba el alma tan gastada
que el brazo mío no alcanzó a extenderse:
la sed divina, contenida entonces,
me pulió el alma....Y él ha sido vuestro!

¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos
él se estremece y le decís palabras
pequeñas y menudas que semejan
pétalos volanderos y muy blancos.

¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia!
Arrancaban tan firmes los cabellos
a grandes ondas, que a tenerla cerca,
no hiciera yo otra cosa que ceñirla!

Luego dejad que en vuestras manos vaguen
los labios suyos; él me dijo un día
que nada era tan dulce al alma suya
como besar las femeninas manos...

Y acaso, alguna vez, yo, la que anduve
vagando por afuera de la vida,
-como aquellos filósofos mendigos
que van a las ventanas señoriales
a mirar sin envidia toda fiesta-

me allegue alguna vez a vuestro lado
y con palabras quedas, susurrantes,
os pida vuestras manos un momento,
para besarlas, yo, cómo él las besa...

Y al recubrirlas, lenta, lentamente,
vaya pensando: aquí se aposentaron
¿cuánto tiempo, sus labios, cuánto tiempo
en las divinas manos que son suyas?

Oh, qué amargo deleite, este deleite
de buscar huellas suyas y seguirlas
sobre las manos vuestras tan sedosas,
tan finas, con las venas tan azules!

Oh, que nada podría, ni ser suya,
ni dominarle el alma, ni tenerlo
rendido aquí a mis pies, recompensarme
este horrible deleite de ser mío
un inefable, apasionado rastro...

Y allí en vos misma, sí, pues sois barrera,
barrera ardiente, viva, que al tocarla
ya me remueve este cansancio amargo,
este silencio de alma en que me escudo,

este dolor mortal en que me abismo
esta inmovilidad del sentimiento,
que sólo salta bruscamente cuando
nada es posible!

-Alfonsina Storni-

Fuente: Milly Cascallar
Alfonsina Storni
Sala Capriasca, Suiza, 22 ó 29 de mayo de 1892 – Mar del Plata, Argentina, 25 de octubre de 1938